La vertiginosa reiteración de feminicidios que se anotan en una estadística nacional cada vez más terrible se corresponde, o al menos es parte de su raíz, con el trepidante crecimiento de la cifra de denuncias por violencia machista registradas en 2022 en España. Y La ... Rioja no fue una excepción. Fue un 18% más de denuncias, que puede parecer mucho y que en realidad es una barbaridad. Si 750 mujeres dieron el paso para desvelar su insoportable realidad, no es arriesgado presumir que el número de las que viven atenazadas por la violencia machista es mucho mayor. Y no hace falta buscar en los márgenes de la sociedad porque ocurre aquí, en La Rioja, un espacio con un solvente nivel socioeconómico y cultural. La mayor sensibilización colectiva y el esfuerzo policial han hecho emerger casos de terrorismo de género que estaban ocultos. Pero no es suficiente. No podemos aceptar estas cifras como si dieran cuenta de un mal social doloroso pero inevitable. Ni podemos convencernos de que son cosas que solo les pasan a otras mujeres en otros lugares. Porque las víctimas son nuestras vecinas y viven casi a nuestro lado un mundo de terror que, quizás, las bloquea para pedir ayuda y sumarse a ese 18% más de mujeres que el año pasado se decidieron a denunciar su infierno.
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