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Y leo: «Al menos cuatro menores han perdido la vida después de ser disparados... Muere la mujer que se tiró con su hija desde un quinto piso... Un joven mata a cuchilladas a su madre en un camping de Valencia... Un turista mata a golpes ... a su esposa antes de suicidarse... En Logroño, la policía investiga una presunta violación a dos niñas de 14 años, por un grupo de adolescentes...».
¿Pero qué es lo que nos está pasando? ¿Nos estamos volviendo locos, o qué? Robos, asesinatos, muertes, violaciones... al final, y tal y como se están poniendo las cosas, vamos a terminar por dar la razón a Enrique Santos Discépolo cuando cantaba aquello de: «Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente ya no hay quien lo niegue».
Y es que queramos o no queramos, nos guste o no, al final, y para mayor desgracia nuestra, todo se reduce a una pérdida de valores. «A un despliegue de maldad insolente». Así de sencillo, así de terrible.
«Mantén positivos tus valores porque tus valores se convierten en tu destino». No lo digo yo, lo dijo aquel pequeño gran hombre que se llamó Mahatma Gandhi.
Un destino que, de hacer las cosas bien, acabará siendo solidario y respetuoso. Y es que me da a mí el pálpito que, en esto de educar en valores, el ser respetuoso tiene mucho que ver.
Pero es que ese respeto solidario que tan en falta echamos hoy en día, hay que tenerlo tanto en las relaciones con nuestras familias como en el trato con los desconocidos. Tanto con los que están inmersos en una cultura que es similar a la nuestra como aquellos que son diferentes a nosotros. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes. Respeto. Mucho más que una palabra.
Está claro que nuestra sociedad no funciona tan bien como debiera y en esta ocasión ya no podemos decir que la culpa la tiene el Gobierno que nos gobierna o mal gobierna.
En esta partida jugamos todos y todos somos responsables de hacer que las cosas mejoren, lo que únicamente se logrará, como dejó dicho Pitágoras de Samos, cuando aprendamos a respetarnos a nosotros mismos.
El respeto genera más respeto. Seamos respetuosos con nosotros mismos y veremos cómo luego el resto nos vendrá dado por añadidura. Ya lo verán. Hasta el domingo que viene, si Dios quiere, y ya saben, no tengan miedo.
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