La vacunación masiva se ha revelado como la herramienta más eficaz para frenar la pandemia. Lo prueba no solo la evidencia científica, sino la contumacia de los hechos en los últimos meses. La inmunización del 90% de la población diana en España constituye un éxito ... incuestionable. A él han colaborado la UE con el aprovisionamiento de las dosis necesarias en un tiempo récord, el Gobierno con las complejas tareas logísticas de distribución y las comunidades con un despliegue organizativo sin precedentes para administrar los inyectables. También una sociedad altamente concienciada sobre la necesidad de protegerse ante la amenaza del virus. No es casual que el colectivo con un mayor nivel de contagios sea el único excluido hasta ahora de ese proceso: el de los menores de 12 años, pendiente de la aprobación de un suero específico para él. Ni la elevada transmisión entre los veinteañeros y treintañeros. Una quinta parte de estos ha rechazado un pinchazo que evita la infección a una gran mayoría de quienes lo reciben y, en los reducidos casos en los que no lo hace, rebaja de forma sustancial su gravedad.

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Los no vacunados constituyen uno de los principales focos en la nueva escalada del COVID. Un repunte significativamente más agudo en los países de la UE con una mayor proporción de ciudadanos no cubiertos por la pauta completa; sobre todo, entre los vulnerables por su edad o por patologías previas. La normativa vigente impide la inmunización obligatoria al primar la libertad individual incluso en el caso de profesionales en contacto directo con personas de alto riesgo. Pero la falta de encaje legal de esa medida no exime a las instituciones de intentar seducir a ese grupo para que dé un paso beneficioso tanto individualmente como para la salud pública, que ayudaría a atajar el inquietante aumento de positivos que ha puesto en alerta a las autoridades sanitarias.

Los reiterados llamamientos en ese sentido en las últimas semanas han ofrecido unos pobres resultados. La implantación –si así lo autoriza mañana el Tribunal Superior– del pasaporte COVID en los restaurantes y el ocio nocturno pretende convencer con nuevas restricciones a quienes de forma irresponsable se han negado hasta ahora a vacunarse ya sea por menospreciar el peligro del virus o por un negacionismo tan minoritario como sin fundamento. Cuanto antes corrijan su error por puro egoísmo o por solidaridad con los demás, mejor para todos.

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