La Comisión de Salud Pública, integrada por los responsables del área del ministerio y de las comunidades autónomas, puso ayer fecha al inicio de la vacunación entre 5 y 11 años. El miércoles 15 de diciembre podrán administrarse las primeras dosis de la vacuna pediátrica ... de Pfizer, que inocularán una tercera parte de la carga inyectada a los adultos. Es comprensible que progenitores y tutores mantengan reservas hacia su vacunación. Bien sea porque teman efectos secundarios; bien porque prefieran evitarles más presión de la que han podido experimentar desde el confinamiento. La validación del producto de Pfizer por parte de la EMA despeja cualquier duda razonable en cuanto a su seguridad para los pequeños. Los ensayos clínicos y los datos de Estados Unidos –que ha administrado una primera dosis a casi tres millones de niños de esa edad– garantizan proceder sin ningún miedo. Los progenitores deben saber que los primeros beneficiados serán sus hijos, a quienes les ofrece una defensa del 90% frente al riesgo de enfermar. Cuando su no vacunación les pone en peligro de pasarlo mal, incluso con efectos persistentes.

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Al tiempo, su inmunización contribuirá a rebajar la transmisión comunitaria, empezando por el núcleo familiar. Con una tasa de incidencia como la de principios de curso, en torno a 50, la vacunación infantil solo podía contemplarse como una opción remota. Pero el supuesto más indeseable ha alcanzado a España, y al conjunto de Europa. Además, la media de incidencia actual ofrece una imagen equívoca, en tanto que el mapa territorial refleja uno de los momentos más desiguales de la pandemia por autonomías y sobre todo por provincias. El criterio de vacunación es el mismo que el empleado para los mayores: priorizar a los niños que presenten algún factor de vulnerabilidad para su salud. Pero es probable que lo que parecía lógico respecto a los adultos suscite no poca prevención a la hora de seguir la recomendación vacunal con los menores con patologías previas. Ello exigirá la implicación activa de pediatras y especialistas. Corresponde a los servicios de salud de las comunidades ordenar tan delicada campaña de vacunación. En aras a preservar la intimidad de cada menor, parece más conveniente que las vacunas se administren en los centros de salud o en recintos habilitados para ello. Evitando que niñas y niños sean expuestos en el aula escolar a la decisión que adopten sus progenitores o tutores sobre su vacunación o no.

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