Vacunación sin dudas
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Es preciso evitar que la Administración añada interrogantes a un proceso que debe acelerarse cuanto sea posibleLas dos semanas transcurridas desde el final del estado de alarma permiten suponer que no van a cumplirse los peores augurios sobre los efectos de la vuelta parcial a la normalidad que ello supuso, aunque haya indicios de ralentización en la caída de la incidencia del COVID en algunas comunidades que obligan a mantener la alerta. Los ocho millones de ciudadanos con pauta completa, que se suman a los inmunizados por contagio, empiezan a hacer visible el fin de la pandemia en España. A la certeza de que serán una ínfima minoría las personas que rehúsen inmunizarse, se le une la constatación de que ninguna de las variantes del virus identificadas hasta el momento sortea la eficacia de los productos validados por la Agencia Europea del Medicamento. Precisamente, la proliferación de cepas constituye el argumento definitivo para proseguir con la campaña vacunal e incrementar en lo posible su ritmo. Y para que los países desarrollados dotemos cuanto antes a las regiones empobrecidas del planeta de viales que atajen la extensión de la emergencia sanitaria.
El Gobierno ha asumido el compromiso de que las comunidades hayan vacunado al 70% de la población para finales de agosto. Aunque hay días y semanas en las que el proceso parece perder algo de velocidad, es de esperar que se acelere a partir de las dosis de distintas marcas que está previsto recibir en junio. Pero, situada la meta, sería mejor que el Ejecutivo dejase de identificar ese 70% con la inmunidad de grupo puesto que es probable que sea preciso un porcentaje mayor para una inmunización colectiva. Especialmente en puertas del nuevo curso escolar. La dilatada deliberación sobre la segunda dosis a los vacunados de menos de 60 años con AstraZeneca ha introducido una inquietud más que inconveniente. Sobre todo, al establecerse un consentimiento informado para quienes prefieran continuar con el preparado anglosueco, que deberán manifestar ser conocedores «del infrecuente riesgo de desarrollar un síndrome de trombosis con trombocitopenia». Dados los problemas de suministro de esa empresa, no existe la garantía de que todos quienes opten por no mezclar marcas vayan a ver satisfechos sus deseos. Convendría clarificar cuanto antes la necesidad de la tercera dosis anunciada por Pfizer y Moderna y precisar si debe inyectarse a toda la población o a determinados grupos. Y, además, evitar que la propia Administración refleje dudas o añada interrogantes.
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