Miles de mujeres reciben protección policial para preservar su seguridad de eventuales ataques de sus exparejas. Esa cifra solo constituye un reflejo parcial de una lacerante realidad, como demuestran los espeluznantes casos de Raquel y Elena, que hoy brindan su testimonio en las primeras páginas del periódico. Hay que sumar el infierno que sufren a diario otras víctimas del machismo más brutal que, presas del terror, aún no han dado el paso de denunciar a los verdugos que pisotean de forma impune sus derechos y libertades. Es una responsabilidad colectiva erradicar la violencia contra las mujeres en todas sus expresiones –física, psicológica, sexual...–. Combatirla pasa por asumir algo tan básico como que todos los seres humanos son iguales en derechos, de forma que resulta inadmisible cualquier relación de dominación. El Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se celebra hoy en medio de una pandemia que ha agudizado la vulnerabilidad de algunas víctimas –en especial, de las recluidas durante el confinamiento con su maltratador–. Acabar con este drama requiere medidas más efectivas por parte de las instituciones y un compromiso cívico frente al machismo aún visible en comportamientos denigrantes para la mitad de la población.

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