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Pues sí, por lo que parece, el personal va desperezándose poco a poco, a la manera del caracol. En estos días, cuando chispea algo y salgo del barrio a por el pan, la prensa y poco más, veo a alguno de estos gasterópodos arrastrándose por ... el cemento. Asoman a las asfaltadas vías humanas acaso para dirigirse al césped que se divisa en el parquecillo de enfrente, probando a ver qué hay un poco más allá de la pandemia. Casi todos los días ojeo también alguna lagartija, más bien pequeña, de esas que viven entre grandes barriadas de edificios. Son mayores las que suelo ver cuando voy a las Callejas, a trescientos metros de mi hogar. Por ahí discurre el camino de los peregrinos, y las salandrejas (lagartijas en mi ciudad natal) reptan alegres &ndashajenas al coronavirus&ndash entre las piedras y hiedras soleadas de los cerrados de las centenarias huertas: su paraíso.

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