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El nivel del debate político en la plaza pública en la actualidad es tan trivial que es imposible no sentirse solidario con Iñaki Gabilondo cuando se retiró empachado del nivel argumentativo que veía. Y es que creo que tanta necedad empalaga.
El lío sobre las ... macrogranjas en el que llevamos en bucle semanas es un buen ejemplo de cómo cada cual habla de lo que le interesa con la escusa de la tontería que dicen que el otro dijo. Así que se ha puesto de moda visitar granjas de vacas. Claro que solo se visitan las de las vacas amorosamente cuidadas por sus vaqueros. Yo me crié entre vacas lecheras, tenían sus nombres y sus peculiaridades. La vaca Luna, por ejemplo, se diferenciaba de la vaca Tomasa en la disposición de sus manchas y luego estaba la Tozuda que te daba con el rabo cuando te despistabas. Te miraban todas como conociéndote y yo siempre creí que así era. Bien saben las vacas que no todas viven igual y que también entre ellas hay clases aunque, como nosotros, no sepan por qué, y así llevamos siglos estudiando las relaciones de poder. Pero no nos despistemos. Si las vacas saben que no todas son tratadas igual, más lo saben los vaqueros de siempre y los pastores, como saben los agricultores, los pescadores y todo el sector primario en general que de ellos solo se acuerdan cuando huele a elecciones. Después todo queda en el olvido mientras ellos siguen peleando por cuadrar los costes de producción con los precios de venta para que la rentabilidad de su explotación les permita vivir.
Están las vacas y los vaqueros hartos de recibir visitas y televisiones y yo, como la mayoría, harta de escuchar banalidades. Creí que era bueno mirar para otro lado y se me ocurrió contemplar el deporte para desempacharme de tanta necedad. Me encontré con Djokovic, ese grande que se ha hecho pequeño a sí mismo y al que su chulería ha derrotado. Y así descubrí algo sorprendente. En este país, en el que se compite por demostrar quién es más español que el vecino, he escuchado a algunos que presumen de patriotas criticar de forma descarnada a Rafa Nadal, uno de nuestros mejores deportistas, por mostrarse sensato en el caso del antivacunas Djokovic. Están en su derecho de defender al serbio pero, ¿por qué limitar la libertad de Nadal? Y es que, como con las vacas, no salgo de mi asombro. Tampoco entiendo que no se haya armado la mundial con la celebración de la Supercopa en Arabia Saudí privando a los españoles de su propio torneo. Ya se sabe que es una dictadura que vulnera los derechos humanos pero también sabe todo el mundo que su dinero enriqueció al anterior rey de España y ahora llena las carteras de la Real Federación Española de Fútbol. Por menos en este país se monta una marimorena de indignación. Entre tanto ruido y tanto silencio me siento como las vacas mirando al tren.
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