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Hace días leí en este diario una carta al director que destilaba ojeriza contra los médicos («cuando os ponéis institucionales no dais pie con bola») por haberse colocado frente a su sede colegial una plaquita de reconocimiento del Ayuntamiento a su trabajo en la pandemia. ... Es tan discreta que si no te dicen que está no la ves, y su texto no se puede leer sin jugarse el tipo, porque está en plena glorieta: «Logroño al profesional médico. Cien años cuidando y curando». Lo de «profesional» es corrección igualitarista, porque si pones «al médico» ya la has liado y «al médico y a la médica» es un problema porque después, qué: «¿riojanos a secas o riojanos y riojanas?». Así que nada, profesional, que además de neutro te distingue del aficionado.
Yo no recuerdo que ni este lector molesto ni nadie criticara en su día que en otra rotonda logroñesa se erigiera el mayor monumento de la ciudad para homenajear «A las enfermeras riojanas, que nos ayudan a nacer, vivir y morir», aunque, junto a dos femeninos, el conjunto escultórico de Narvaiza incluye un profesional de enfermería masculino, además de una niña y un anciano en silla de ruedas.
Cuando en 2009 demolieron el Hospital San Millán ('la Residencia') propuse en esta columna erigir en el solar y por suscripción popular «algún recordatorio del venerable edificio donde tantos riojanos vimos nacer a nuestros hijos y morir a nuestros padres, y en el que tantos profesionales sanitarios y no sanitarios nos dedicamos a dar lo mejor que un ser humano puede procurar a otro: el alivio de sus dolencias». Ya ven con qué éxito, pero no pasa nada, porque en Logroño sobran rotondas donde seguir plantando monumentos a las/os auxiliares de enfermería, personal administrativo, trabajadoras/es sociales, celadores/as, telefonistas/os, pinches, lenceros/as, capellanes, mecánicos de mantenimiento o guardias de seguridad.
No hay palabras inocentes, y «cuidados» está muy vinculada a la enfermería. Antaño, las unidades hospitalarias que atendían a los pacientes más graves se llamaban UVI (de Vigilancia Intensiva), más tarde UCI (de Cuidados Intensivos) y hoy este recurso asistencial de cuya actividad dependen todas las demás y hasta las libertades básicas de la gente se denomina oficialmente UMI, de Medicina Intensiva, aunque los medios sigan hablando de «las ucis». La plaquita de los médicos ha dejado claro que, además de curar, también cuidan. Consciente o no, siempre subyace un receloso aunque nunca declarado pique sin sentido entre las dos grandes categorías asistenciales del sistema sanitario porque, con sus diferentes metas, tareas y responsabilidades, ambas son tan necesarias en todas las unidades y más en estas a las que, poniendo el foco sobre los enfermos, deberíamos llamar UPC, de Pacientes Críticos. Con C de Coronavirus.
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