Unidad a pesar de todo
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Es necesario que la inmensa mayoría de los ciudadanos puedan reconocerse en una convivencia sin ambigüedades sangrantesSecciones
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Es necesario que la inmensa mayoría de los ciudadanos puedan reconocerse en una convivencia sin ambigüedades sangrantesEl homenaje institucional tributado a Miguel Ángel Blanco y al otro vecino de Ermua asesinado por ETA, Sotero Mazo, fue reflejo del grado de unidad que persiste frente al terrorismo pasado y frente a su ignominioso legado. La presencia del jefe del Estado, Felipe VI, ... encabezando el acto con un discurso en el que fundió sus vivencias de hace 25 años con la memoria viva de millones de personas que se movilizaron para salvar la vida de Miguel Ángel primero y para condenar su asesinato y a sus asesinos después, contribuyó a que prevalecieran las coincidencias entre los presentes. El testimonio de serena entereza de Mari Mar Blanco, reivindicando «la inocencia» de todas las víctimas de la violencia etarra y recordando que ninguna de ellas pretendió ser referencia para los demás, dio a entender que las desavenencias latentes –las mostradas por significativas ausencias el día de ayer– tienen muchas razones de ser. La línea divisoria que volvió a trazarse en Ermua entre los demócratas y los intolerantes, entre el recurso a la palabra y el uso de la violencia, se resiente cada vez que quienes justifican retrospectivamente el terror pretenden erigirse en los verdaderos garantes de la libertad de todos.
La probable aprobación esta semana de la Ley de Memoria Democrática, tras conceder a EH Bildu la potestad de enmendarla extendiendo la censura al franquismo hasta lo ocurrido en 1983, no es un motivo sobrevenido para aflorar diferencias entre las derechas y las izquierdas a cuenta del modo en que los herederos de ETA tratan de naturalizarse en su
proyección institucional. Es sencillamente un paso equivocado porque corre el riesgo de subvertir –histórica, jurídica y políticamente– la propia Transición a favor de aquellos que ni siquiera ahora reconocen el carácter plenamente democrático, en tanto que homologable, de nuestro sistema de libertades. Felipe VI afirmó ayer, acertada y oportunamente, que la reacción social e institucional al secuestro y al asesinato de Miguel Ángel Blanco «cambió el país». Ahora es necesario que la inmensa mayoría de los ciudadanos del País Vasco y del resto de España sean capaces de reconocerse en una convivencia sin ambigüedades sangrantes que ofrezcan a una formación institucionalizada la posibilidad de seguir negándose a condenar a ETA como si ello no tuviese importancia alguna para la estabilidad y los consensos básicos de un país que cambió hace 25 años en Ermua.
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