Los últimos de agosto

Estos últimos días de agosto me traen viejos recuerdos. En mi infancia, las tardes eran de chaqueta y de olor a libro nuevo. Empezaba la lenta inmersión con el nuevo curso a través del aroma y el tacto a aironflix. Las mañanas las dedicábamos a ... forrar esos tomos que pesaban un quintal y las tardes a los baños postrimeros de un verano que comenzaba a adelantar los atardeceres a pasos de gigante. Los últimos chapuzones del estío tenían un poso amargo. Sabían a esas meriendas de pan con chocolate con la toalla empapada sobre los hombros y el pelo mojado goteando por la espalda, pero también a despedida rápida, a abrazos inocentes, a risa nerviosa, a lágrimas, a los primeros escarceos, a corazones rotos, a nervios, a ¿te volveré a ver?... Había que decir hasta luego a los amigos de los dos meses más intensos del año, así, sin anestesia, sin periodo de adaptación. Era una ruptura dolorosa que solo la rutina diaria que se colaba como una apisonadora con la vuelta al cole lograba anestesiar.