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Soy el último aborigen. Soy el último canaliego nacido en casa, con mi abuela de matrona. A partir de mí, casi nada. Esto es la España vacía. No es que en España ya no haya locos (como decía Labordeta) es que en algunas regiones ya ... no hay ni gente. Yo nací en 1969 y después de mí, casi nada. A lo sumo, una pareja de hermanos que ya superan los cuarenta, uno pastor, el otro ni eso. Los censos engañan. Están engordados como los cerdos que antaño protagonizaban la matanza. Cuando mi abuela nació (1898) Canales de la Sierra contaba con 1.098 vecinos. Ella se empeñó en vivir casi cien años, no sé si para compensar que el pueblo se vaciaba. Cerró la Tomatera, cerró la Caja de Ahorros, cerró el bar del Tarra... Resistía el panadero, pero a principios de los setenta ya no salían hogazas del horno. No había muerto Franco y el pueblo agonizaba. Mi familia fue de las últimas en emigrar a Logroño. Por el pueblo quedaban poco más de cien personas. La escuela quedó reducida a su mínima expresión... hasta que desapareció. Ya no hay locos, ya no hay niños, ya no hay. Nos quedaba la carnicería del Piripi, que aguantaba numantinamente los envites del destino. Los del mus, ya sólo en verano y algún puente festivo. 'El Piripi ha cerrado'. La España vacía avanza y nosotros retrocedemos. Algunos intentamos, cual bárbaros galos, dar con la pócima mágica que revierta la situación: rehabilitar la casa de nuestros padres, empadronarnos, montar un festival de teatro... No está mal, pero me temo que son juegos florales. La vida es más prosaica: los pueblos desaparecen y el futuro quizá esté en poner un guarda jurado a la entrada y otro a la salida del pueblo. Otra opción quizá sea vigilar el pueblo a vereda. Una pena.
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