Las últimas líneas (y II)

El periodismo te da la oportunidad de relatar la historia, por ejemplo, de María, una niña de Arnedo que peleaba contra una leucemia en el 2009 y que cinco años después apareció en la redacción en una visita con su colegio totalmente recuperada y con una sonrisa de oreja a oreja; contar la historia de la huida de una familia venezolana de la dictadura de Maduro; explicar el trabajo discreto e imprescindible de organizaciones como Proyecto Hombre o Cáritas; los esfuerzos de un pueblo por mantener vivas sus calles antes de que el olvido acabe con ellos; o los reencuentros de muchas familias con sus mayores tras la pandemia. También la trágica explosión de un edificio en el corazón de Logroño; la paranoide ruta criminal de un logroñés por las calles de Lérida; el impactante crimen de una pequeña en un hotel de Logroño; o un increíble intercambio hospitalario de bebés. Pero, sobre todo, permite conocer a gente y explicar qué ha sucedido para que cada cual haga sus interpretaciones. Por eso, además del mejor oficio del mundo, en estos tiempos turbulentos es cada vez más necesario.

Ha sido un placer.