Las últimas líneas (I)

Quizá crecer a un puñado de metros del periódico tuvo algo que ver con que cada vez que pasaba cerca de él, intentara descubrir a través de esas ventanas permanentemente iluminadas qué sucedía dentro. Tardé en averiguarlo. Quizá fue así como empezó a fraguarse todo esto. Quizá fue gracias a los periódicos que de vez en cuando pasaban por casa. Quizá lo fue el hecho de no conocer a alguien que se dedicara a contar lo que había pasado para que invirtiera un par de minutos en quitarme esa idea de la cabeza con el mismo tesón con que ahora trato de aleccionar a las herederas. El día que la mayor se puso a 'leer' el periódico con dos años me di cuenta de que en algo me había equivocado.

Gabriel García Márquez dijo que «el periodismo es el mejor oficio del mundo» ante la asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa. No se equivocaba. También dijo que «la mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor», algo que, cada vez más, muchos insisten en olvidar. Quién sabe si voluntariamente.