Del tufo

Las mascarillas solo sirven para retener partículas sólidas como virus y polvillo de bricolaje (lijado o taladro de madera o piedra), pero permiten pasar el tufo, luego no sirven para bodegas.

La actuación en bodega es la clásica: vela y aire. Primero se sitúa la vela encendida, o una cerilla en la boca y fondo del lugar a trabajar. Si no se apaga supone que no hay tufo. Pero si se apaga hay mucho riesgo para el trabajo. Si hay necesidad de trabajar se procede poniendo un ventilador en la boca del depósito impulsando el aire hacia el fondo del depósito. Procurando que la tobera de aspiración no esté próxima a la boca del depósito. Este ventilador se coloca actuando antes de entrar a trabajar en el depósito y durante el trabajo.

El tufo es muy traidor, pues incita a superarlo pero cuando nos damos cuenta ya no sentimos nada por falta de oxígeno y morimos sin darnos cuenta. Querer ser valientes ante el tufo es de insensatos, solo cabe miedo y prevención. Sirva de curiosidad que en bodegas instaladas en pleno campo, al abrir las puertas por la mañana en época de vinificación, mueren todos los gorriones y ratones del entorno.

Todos los años ocurren muertes en España por el tufo y ocurre a personas que estaban avisadas. Como ni se ve ni huele, induce a pensar que no existe riesgo. Aunque la bodega tenga normas de seguridad laboral, el enólogo debe de estar atento al riesgo, sobre todo en trabajadores no fijos que pueden desconocer estos detalles. El tufo invade bronquios y pulmones impidiendo que entre el oxígeno del aire y causando por ello la asfixia.