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Que la mentira es un arma política cargada de futuro es algo que Trump ha demostrado de modo irrefutable. Su fortaleza electoral es un misterio racionalmente incomprensible. A sus seguidores les importa un pito que sea un embustero compulsivo y un impostor, por eso lo ... siguen con fervoroso entusiasmo. En la América profunda y los estados del sur no solo lo votan sino que hasta rezan para que gane. Pasa por ser uno de los suyos pero no lo es. Tampoco es un mago de los negocios que ha forjado su fortuna con el sudor de su frente, algo tan americano, sino un rico heredero con problemas en sus empresas.
En su primer año en la presidencia pagó 750 dólares al fisco. Fue su forma de contribuir a la grandeza de América. La ocultación de sus declaraciones y su laxitud ante el pago de impuestos se le disculpa porque, para algunos, demuestra lo listo que es engañando al fisco. Es un exaltado patriota de bandera pero evita el patriotismo de bolsillo. A Trump solo le importa Trump y la presidencia es el escudo protector de su fortuna aunque se muestre como el capitán América. Su espontaneidad es otra impostura, niega lo que no le conviene para crear un clima de tensión ciudadana desconocido en EEUU. Si Nixon cayó por mentir en el Watergate, podemos concluir que Trump ha podido ganar mintiendo: más de 68 millones de americanos creen cuanto dice.
Una vez que Trump realizó el mágico descubrimiento de que la honestidad y la integridad políticas estaban sobrevaloradas en política, siguió a lo suyo y como Juan sin miedo, se lanzó tanto a negar la epidemia como a poner en solfa las bases fundacionales de la propia América. Cuestiona el sistema electoral y advierte, sin pruebas, del fraude del voto por correo. Estando situado en lo más alto del poder, denuncia un plan urdido por enemigos poderosos que, como Sauron en el señor de los Anillos, quieren robarle su tesoro. En medio de la tensión del recuento electoral solo se escuchan sus gritos en twitter: ¡Me quieren robar lo que es mío y solo mío! ¡Que paren el recuento! No hay pruebas de fraude pero la duda alienta a sus seguidores a echarse a la calle a defenderlo de los ladrones. El senador republicano John McCain, cuya esposa negó a Trump la entrada a su entierro, siempre supo qué clase de persona era. Si viera el espectáculo que ha montado contra las instituciones de EEUU volvería a avergonzarse de este patriota de pega. Lo peor es que este ha creado escuela incluso en la vieja Europa. Avivar la polarización extrema, partir en dos un país, ha sido su método para obtener beneficio político. Su ejemplo solo puede ser practicado por los que aplauden la indigencia moral e intelectual que Trump ha practicado en su presidencia. Creo, con pesar, que aunque Trump pierda, la mentira como arma política tiene más futuro que la poesía.
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