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Se veían bastantes mascarillas de esas tan curiosas con sonrisas y colorines, aunque en el patio de Yuso había pocas alegrías. Fue un acto lleno de ausencias. Jorge Gómez, el presentador, lo recordó con esa voz pétrea y cálida que resonó por todo el patio ... herreriano, porque había que tener presentes a los riojanos fallecidos por la pandemia. Jorge habla con el sonido cautivador que hacen los troncos al arder en la chimenea, y ese tono fue el perfecto para la frase inicial: «Hoy conmemoramos, porque no podemos celebrar»; todo estaba dicho ya.
Los nombres de los riojanos muertos por coronavirus se proyectaron en una pantalla negra: Juan, Isabel, Celia, Roque, Francisco... aparecían y se esfumaban como estrellas fugaces en una noche de agosto. Fue hipnótico y helador. El cuarteto de cuerda tocó una pieza de Händel mientras los pájaros hacían sus dibujos y sus trinos en el aire. Cuando acabaron los nombres, la presidenta giró la cabeza y buscó con los ojos a la viuda de Gayoso, que estaba sentada a su lado. Se miraron un segundo y Andreu agarró la mano de Lourdes en un gesto en el que estaba La Rioja entera.
Los discursos fueron transcurriendo interrumpidos sólo por los aplausos del público. Las ovaciones pillaban sobre el escenario a un operario que se encargaba de limpiar el atril y los micrófonos después de cada intervención. Lo hacía seriamente y a conciencia mientras las palmas de los presentes se iban apagando para dejar sitio a otras palabras; qué tristeza. Pilar, Pepa y Marta recogieron la Medalla en nombre de los trabajadores sanitarios y sociosanitarios de La Rioja. Agradecieron el gesto y admitieron lo que a veces es preciso que nos digan: «hemos sentido miedo, incertidumbre, preocupación por nuestras familias y nuestros pacientes». La ovación sonó igual que un trueno en la sierra. Ninguna de ellas llevaba mascarilla con sonrisa.
Cuando Lourdes recogió la medalla de Riojano de Honor para su marido, la alzó al cielo, miró a las nubes que se arremolinaban sobre el monasterio y sintió el cariño de una tierra puesta en pie. A su espalda estaban sus dos hijos, Luis y Jesús, y junto a ellos, el teniente coronel Valentín Villamayor. Un par de veces le tembló la voz, pero inexplicablemente se recompuso con una fuerza hermosísima; qué mujer. «Por el cuerpo de Jesús Gayoso corría sangre asturiana, coruñesa, y sobre todo, riojana». Otro aplauso, otro estruendo, otra vez ese escalofrío. Para acabar, la presidenta hizo un discurso «menos político que nunca» en el que jugó con una pregunta: «Dentro de unos años, con toda seguridad alguien nos preguntará: ¿Cómo celebrasteis en 2020 el Día de La Rioja?». Hoy tenemos la respuesta: lo hicimos, presidenta, tal como debía hacerse.
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