La tristeza de los ventanales de Cañas

Esta es la razón de mis letras. Soy una persona que vive desde hace 53 años en Cañas, este pequeño pueblo de La Rioja al que separan de San Millán de la Cogolla apenas 8 kilómetros. Y aunque me encantaría extenderme y contar con detalle cómo es y cómo se vive aquí, ahora no toca, ahora es el momento de expresar a través de estas líneas lo que siento cada día cuando paseo por los jardines que forman parte de este patrimonio y me asalta un montón de preguntas cuyas respuestas me provocan una mezcla de enfado, rabia, pena tristeza, impotencia... ninguna de ellas son buenas. Porque no sé quién o quiénes son los responsables que tienen el poder exclusivo de decidir que después de tanto tiempo esto siga cerrado porque sí. Algo que, creo, no es lo mejor para nadie.

He sido y soy consciente de cómo es el momento que nos está tocando vivir y cuál ha sido y es la situación por la que estamos pasando con la pandemia. Pero esta no puede ni debe ser la razón y la excusa para que queden tranquilas las conciencias de quien adopta ciertas decisiones. Porque hay medidas y normas que se han adoptado y se ha demostrado que están funcionando muy bien. Por suerte lo podemos comprobar porque el resto de monasterios, catedrales, iglesias... pasando por bodegas y museos ¡están abiertos!

Y me alegro muchísimo de que sea así, pero no se entiende que eso en Cañas no ocurra.

Así que, a quien me quiera escuchar, le pido por favor que busque y encuentre una solución ya. Porque no quiero pensar que sea pasividad de quien o quienes tengan en sus manos hacerlo. Una conformidad que me parece, además de hiriente, incomprensible.

Si tanto queremos hacer por la España vaciada, empecemos por cuidar y no dejar morir lo que a otros, con su entrega y su esfuerzo tanto físico como económico, les costó levantar. ¡No se merecen esto!

Y a quien corresponda: a la hora de gestionar, más trabajar, más generosidad y más humildad. Y a la hora de promocionar y publicitar, recordad que... ¡Cañas también existe!

Para terminar, quisiera dirigirme a cada una de las personas que en estos últimos 17 meses se han acercado a visitar y conocer este rinconcito y se han encontrado con la puerta cerrada, así como a las que tuvieran pensado hacerlo... Siento de verdad que no hayan podido, o de momento no puedan, verlo.

Gracias a todos ellos. Y que sepan que como yo hay más gente aquí que piensa lo mismo y que nuestro deseo es que pronto torne en alegría la expresión de esos preciosos ventanales.

Y todo esto se lo grito ¡a quien me quiera escuchar!