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No conozco a nadie que disfrute pagando impuestos. El que diga lo contrario, miente descaradamente. Otra cosa es que no quede más remedio que sufragar el sistema de servicios públicos mediante las cargas impositivas. Y que nos resignemos a rascarnos el bolsillo para financiar dichas ... coberturas. Pero de mala gana.
Por eso, es comprensible que los contribuyentes hagan lo posible por aportar al erario público lo mínimo posible. Sin recurrir a métodos ilegales, claro, que eso es delito. Es lo que hace el común de los mortales: aplicarse todas las deducciones que le corresponden y demás rebajas fiscales (vivienda, hijos, donaciones, aportaciones a sindicatos, partidos o colegios profesionales...). Lo normal.
De ahí que me resulte pasmoso que se manipule de forma torticera una costumbre en la que quien más, quien menos, incurrimos todos. Es lo que ha hecho Pablo Iglesias en su afán de atizar palos a Amancio Ortega, al que acusa de pagar menos impuestos de los que debería. Vaya por delante que a mí no me cae especialmente bien el magnate de Inditex. Pero, oiga, al menos de momento, no le han pillado en ninguna ilegalidad fiscal. ¿Que paga los mínimos impuestos posibles? Pues claro, como todos. ¿Que podría pagar más? Pues, usted político, trabaje por alzar la presión fiscal de las grandes fortunas.
Pero deje de tirar la piedra y esconder la mano, que es de cobardes. Y si le sumamos que Ortega tiene más dinero (y éxito empresarial) del que jamás podrá presumir Pablo Iglesias, al cual se le conoce escaso bagaje laboral, pues ya tenemos el origen de tanta insidia gratuita. Mala fórmula: cobardía y envidia enmascaradas bajo una pátina de demagogia. Bastante triste.
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