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Les confieso que ante lo irrespirable del ambiente político cada día me duele más analizar lo que ocurre. Había pensado que me pasaran a Deportes, pero a lo mejor es peor. Así que aquí me tienen, con mi dolor a cuestas.
Desde que comenzó esta ... terrible pandemia he apelado a las ventajas del sentido común como remedio para levantar la cabeza antes de que, en vez del virus, nos la siegue el odio, el sectarismo, la banalidad o la simpleza. Si en tiempos de engaño universal reclamar sentido común se convierte en un acto revolucionario, igual que diciendo la verdad (Orwell, me inspira), es que no tenemos remedio ni podemos esperar el milagro de ninguna vacuna.
Los discursos políticos que escuchamos son más de barrizal y taberna que propios de un Parlamento, aunque pensando un poco he concluido que algunos ni siquiera llegan a discursos, son ráfagas de bajezas e insultos, sin ápice de reflexión y ausentes de solidez argumentativa. Más bien parecen arengas de trinchera. He recordado escenas de películas de la Primera Guerra Mundial en las que algunos oficiales sin escrúpulos pero ansiosos de gloria, soltaban desatinos patrióticos, incluso ignorando órdenes, incitando acciones suicidas para lograr su medalla mientras arriesgaban las vidas de sus soldados a pocas horas de firmarse el armisticio. Afortunadamente no estamos en guerra, pero ya me entienden. Peleas de trinchera parlamentaria para ver quien es el más gallito o gallita del corral aunque los fundamentos de lo que se dice y el fundamento de quien lo dice estén todavía a nivel de parvulario.
Claro que si miramos al mundo mundial en vez de tranquilidad llega el humo del incendio que alimenta Trump. El supuesto líder mundial es hoy el máximo representante de los que hablan de todo sin saber de nada y pretenden llevar razón. Su soberbia atiza el fuego con una Biblia en la mano mientras deja en ridículo a su propia nación. Que hay una epidemia, pues nos desinfectamos con lejía. Que matan a un ciudadano negro, pues para que vamos a pedir concordia y respeto a todas las razas. Mano dura es lo que necesitan los negros. Que hay protestas por todo el país pidiendo que no se mate ciudadanos por muy negros que sean, pues Trump llama al séptimo de caballería. Menos mal que el jefe del Pentágono demuestra más cerebro que su presidente. En España el ejército ha sido desplegado para ayudarnos en la pandemia, no para reprimir manifestantes. Imaginen lo que hubieran dicho los que hablan de que vivimos en una dictadura. El autoritarismo como remedio es la solución que nos receta Trump mientras muchos lo contemplan con admiración. El «a bote pronto», dará votos pero destruye países. La inteligencia aconseja que practiquemos una fraternidad alejada de las trincheras porque en ellas solo crecen las ratas y la miseria.
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