Uno de los momentos memorables de la pandemia en España fueron las mascarillas de Revilla, esos trapos blancos que eran como servilletas gigantes de sidrería que al encajarse en las orejas tapaban media cabeza y dejaban en el centro de la cara un símbolo de ... dedo pulgar alzado, un 'OK' azul atroz que parecía un atuendo de payasos en el circo a los que no les cupiera la cabeza por el cuello del jersey y cuya contemplación perturbaba mucho en medio de aquellos días de locos. Las repartieron por toda Cantabria y a mí me gustaría haber estado allí para tener una guardada y sacarla algún día del cajón, mirarla cautelosamente, ponérmela muy despacio y sentir por un momento el escalofrío absurdo de esos tiempos incomprensibles que se nos van olvidando; esas cosas sucedieron y nosotros las vivimos.

Publicidad

Las mascarillas se marchan de nuestras vidas dejándonos en su despedida otro capítulo para la comedia Ibérica: el sainete de San Chin Choon y los comisionistas, una frase que dicha así suena como el título de una historieta de Mortadelo y Filemón. Estos tipos querían hacerse de oro con los tapabocas pero, como en el cuento de Borges en el que un rey regala una máscara dorada a un poeta, la historía va adquiriendo para ellos cierto aire de tragedia.

Ahora hay alumnos que ven por primera vez la cara de su profesora con la decepción que eso está provocando, porque el cerebro siempre imagina las cosas mejor de lo que suelen ser. Tras estar 700 días viendo medios rostros nos hemos inventado las otras mitades de manera subconsciente. Así funcionan nuestras cabezas y no hay forma de evitarlo, el cerebro sólo recibe trazos de la realidad y el resto lo dibuja como en el juego de unir los puntos. La pandemia ha demostrado que rellenamos los huecos de manera muy benévola, haciendo caras armónicas que luego se emborronaban al bajar la mascarilla y descubrir narices raras, dientes desalineados y cordilleras de acné. El ser humano necesita imaginar cosas buenas porque la esperanza es un gran combustible pero en la belleza de las caras que había bajo los trapos nos hemos equivocado; igual que con lo de que saldríamos mejores.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad