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La del coronavirus está escribiendo capítulo a capítulo el libro entero que compendia cualquier crisis médica. Del eco residual por una problema en principio aislado y limitado a territorios remotos, ha ido medrando hasta convertirse en una alerta de alcance mundial ilustrada con amenazantes mapas ... de propagación. El nudo de la historia se está imprimiendo ahora mismo. Casos descartados, casos sospechosos, el primer caso confirmado y las decenas que vienen detrás. Declaraciones de las autoridades, robos de mascarillas, consulta con expertos (reputados o sobrevenidos), recomendaciones a una población atenazada por el miedo a respirar. Bulos y cancelaciones. Lo que está por venir más pronto que tarde en la siguiente página también es previsible. La sospecha de que todo obedece a algún complot maquinado por la industria farmacéutica. Tampoco descarte que alguien lance la tesis de que se trata de una cortina de humo para desviar la atención de los chandríos de don Juan Carlos. La vacuna definitiva. La voz que va puntuando el relato es la de Fernando Simón. El director del centro de Alertas y Emergencia sanitarias se antoja como un narrador excelso. Su pelo indomable, el rostro enjuto, la alergia a las corbatas y su voz aflautada pero contundente ejercen como antídoto al pánico. Incluso en ese modo que tiene de apelar a la calma sin que su tono, como sucede a otros interlocutores, transmita el mensaje opuesto. A Simón y al virus les queda solo un par de párrafos para concluir. El final del tomo está más cerca que lejos y ya se admiten reservas para adquirir el próximo best seller de salud pública.
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