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A veces me pregunto de qué tendría llena la cabeza si me sacaran el deporte de dentro. Con qué conocimiento magnífico estarían mejor aprovechadas mis neuronas, qué maravillas recorrerían mis sinapsis. Y sin embargo, pese a ese patrimonio perdido, no lamento las horas que habré ... perdido en sufrir, gozar y a veces hasta llorar con mis equipos, todos ellos.
Recuerdo como propio, aunque yo no hiciera nada, el ascenso, el viaje a Europa, las hazañas contra equipos de mayor bolsillo del Ciudad de Logroño. Y cómo esos tipos estupendos nos dieron una alegría cuando los otros deportes nos habían abandonado. O nosotros a ellos, que también.
No recuerdo mayor alegría desencajada que aquel Iniestazo de Sudáfrica, y aún tengo en la memoria de las sensaciones ese calorcito del corazón que me duró semanas.
Por eso se me van comiendo los nervios según se acerca el sábado y el Logroñés se asoma a la puerta de un ascenso que, quizá, sea el principio de otra cosa en el fútbol en Logroño. No quiero yo ponerles a los muchachos que están ya en Málaga más presión de la que ya tienen. Pero qué bueno sería, chicos, que nos trajerais alegría. Las cosas están tan achuchadas que ni siquiera podremos ir a gritar esa alegría a Murrieta, pero al menos calentaríais el corazón de unos cuantos cientos de miles de personas en uno de los momentos más necesarios que recuerdo.
Y qué queréis que os diga: poca gente podrá decir, cuando mire para atrás en su vida, que ha hecho eso.
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