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Las ventajas de disponer en el organigrama de la Consejería de Participación de un cineasta convertido ahora en exitoso responsable del programa de retorno a La Rioja del talento manchego diseminado hasta ayer por las tierras de Quijote y Sancho es que puede dirigir para ... su jefa unos vídeos preciosos, donde ella una vez dispara contra esto (el rey emérito) y otro día contra aquello (una periodista de esta casa, cuyo punto de vista contrarió a Raquel Romero, periodista por cierto en su anterior encarnación: qué cosas). Ese valioso tiempo que la consejera dedica a mirar al objetivo, pasear por Los Chapiteles de despacho en despacho ahora que el IER no le incordia tanto y reñir a quien se ponga a tiro de cámara es el mismo que podría invertir en inspeccionar sus alrededores y explicar a la ciudadanía cómo se sustancia su compromiso (con hechos mejor que con palabras) en favor de la igualdad de género. Un desiderátum donde siempre hay trabajo pendiente, sobre todo cuando se cobra un generoso sueldo público.
Veamos. En la composición del recién remodelado equipo de Concha Andreu se difumina la paridad anterior, con mayoría de hombres (cinco) sobre las mujeres (tres, cuatro si se cuenta a la presidenta). ¿Qué opina Romero sobre semejante ataque a las competencias de igualdad que ahora gestiona desde la defenestración de Francisco Ocón? Nada. Ni idea. Observemos a continuación otro caso reciente, la nueva configuración de la Consejería de Educación, de donde se han evaporado las tres mujeres que ocupaban un puesto de relieve en el organigrama. ¿Cuál es el parecer de la consejera? Se ignora. Tercera oportunidad. Su propio equipo, diseñado por la propia interesada según un criterio que ignora el compromiso de paridad, del que acaba de expulsar a dos mujeres, con destino al paro. Más testosterona en Los Chapiteles. ¿Autocrítica al respecto? No sabe, no contesta. Queda pendiente un nuevo vídeo explicativo, donde Romero detalle al espectador los argumentos de ese misterioso déficit en igualdad, una grabación alumbrada por Julio Pérez en las raras horas libres que no destina a ocuparse del regreso de tantos riojanos desperdigados por medio mundo, con los brillantes resultados conocidos.
Así que Romero tiene trabajo. Mucho trabajo. Por eso parece extraño que dedique todo ese minutaje a ejercer como protagonista de tan estupendos vídeos, donde se queja de cómo se ejerce la legítima crítica periodística hacia su jefa. Como los malos boxeadores: puño de hierro, mandíbula de cristal. A Romero tal vez le molestan semejantes dardos porque es olvidadiza. Ya no recuerda las lindezas mutuas que se repartían ella y Sara Carreño hace poco más de un año, antes de que ambas vieran que había una luz brillando en el Palacete. Antes de que empezaran a cobrar su sueldo con cargo al contribuyente.
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