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El primer paso está dado. Pedro Sánchez y Quim Torra se reunieron el jueves en Barcelona sin que el presidente del Gobierno de España diera síntomas de estar secuestrado por los independentistas, al decir de algunos, ni tampoco de funcionar «con la respiración asistida de ... la botella de oxígeno de los independentistas», según Pablo Casado. La 'Agenda para el Reencuentro' elaborada en la Moncloa que le entregó Sánchez a Torra recoge un catálogo de incumplimientos de proyectos largamente reclamados por dirigentes políticos de distinto signo, sindicatos y patronal de Cataluña, que ahora podría recuperarse.
En esa agenda -el título es todo un síntoma- no aparece nada que ningunee la Constitución aunque la portavoz de Ciudadanos, Inés Arrimadas, lo haya calificado de «puñalada trapera a los españoles». Tampoco insinúa un posible indulto para los políticos presos, ni una ley de amnistía, que los informes de asesores de la Moncloa hace tiempo que dieron por descartada.
Horas más tarde del encuentro, los partidos independentistas aprobaban en el Parlament una moción más en favor de la autodeterminación, la amnistía de los presos y la designación de un mediador internacional para la mesa de diálogo. Esquerra Republicana sumó sus votos a favor, acaso como muestra de buena voluntad, porque las profundas discrepancias con el 'president' Torra y los posconvergentes de Junts per Catalunya volverán a abrirse en cuanto la mesa de diálogo empiece a rodar.
Al día siguiente del encuentro Torra ya advertía que esperaba de esa mesa que fijara la fecha de un referéndum de autodeterminación, que el camino hacia la independencia era absolutamente irreversible y que no renunciaría a la figura de un mediador internacional. Un mal comienzo cuando ERC ha dejado claro que la independencia de Cataluña seguirá siendo su objetivo histórico, pero que ahora el pacto y el crecimiento de sus bases electorales es lo prioritario.
Los sondeos que se multiplican en el clima preelectoral que vive Cataluña apuntan a un ligero ascenso de los posconvergentes, junto con un mínimo declive de ERC. Y aunque el Supremo confirmara que Torra debería renunciar definitivamente a la presidencia de la Generalitat, las posiciones que con tanto ahínco defienden él mismo, Puigdemont y Junts per Cat tampoco facilitarían la toma de acuerdos en la mesa de diálogo y la rivalidad electoral entre independentistas subiría de tono a medida que se acerquen las urnas. La estrategia contemporizadora de Esquerra, que, como quedó patente, facilitó con su abstención la investidura de Pedro Sánchez y cerró con el PSOE el acuerdo para un diálogo que superara el bloqueo de la situación, volverá a verse la cara con la retórica de no ceder ni un milímetro que plantean Quim Torra y, por supuesto, el expresidente Puigdemont. Pero habrá que intentarlo.
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