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El 14 de mayo del año pasado fue investido presidente de la Generalitat Joaquim Torra, que era por aquel entonces un simple agitador cultural. Sus actitudes, de las que ha dejado constancia por escrito, habían sido agresivamente independentistas, claramente antiespañolas y, según solventes críticos ... intelectuales, esencialistas con tintes supremacistas y xenófobos. Tanto el gobierno de la Generalitat presidido por Torra, títere de Puigdemont, como el Parlament han permanecido paralizados durante este año funesto. El jefe del Ejecutivo catalán ha mantenido en ese periodo una actitud obstruccionista, aunque atenta a no vulnerar la ley para no provocar la reacción del Estado. De hecho, la única querella contra él ha sido la planteada por el TSJ de Cataluña por desobediencia al haberse negado a retirar símbolos partidistas de edificios públicos. Es previsible que haya elecciones a no muy largo plazo Cataluña y Torra pasará rápidamente a la historia como un mal sueño.
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