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Todos sabemos, supongo, qué es el trabajo. No así, quizás, la economía social, pero para aclararlo tenemos una de las tropecientas mil leyes que tratan de regularnos la vida, la 5/2011, de Economía Social, cuyo artículo 2 la define como el «conjunto de las ... actividades económicas y empresariales que en el ámbito privado llevan a cabo aquellas entidades que persiguen bien el interés colectivo de sus integrantes, bien el interés general económico o social, o ambos».
Con unas tasas de desempleo del 15% general y del 37% en menores de 24 años, se entendería que una ministra de Trabajo y Economía Social manifestara: «Me gustaría que abandonáramos la carga pesada del paro para trabajar sobre el concepto de pleno empleo». Sin embargo, lo que a la podemita Yolanda Díaz le gustaría abandonar es «la carga pesada del concepto patria para trabajar el concepto matria», además, claro, de acabar con la actividad económica y empresarial privada. ¿Imaginan la que se armaría si a un político derechista le diese un ataque de tontería de género invertida y proclamara que le gustaría abandonar el concepto de matrimonio en favor del de patrimonio?
La declaración no tendría mayor importancia si no ejemplificara el paradigma del gobernante incapaz de resolver los problemas que le incumben, pero soltando ocurrencias ideológicas con vocación de titular generador de polémicas que hagan olvidar los problemones que de verdad le importan a la gente.
Hace unos meses, otras dos fundamentalistas de género, una de ellas podemita y nada menos que consellera de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática de la Comunidad Valenciana y la otra una eurodiputada socialista criticaron que todos los temporales tengan nombre de mujer, como Gloria, Filomena o Dana, ignorando (1) que a las borrascas las bautizan siguiendo una rigurosa alternancia de género (las ha habido Alex, Ernest, Rodrigo e incluso Tristán), (2) que DANA son las siglas de «depresión aislada en niveles altos» y (3) que Dana también es un nombre varones como el actor Dana Andrews, protagonista del filme Laura.
Estas meteduras de pata tampoco serían tonterías si no demostraran el bajo nivel cultural de los gobernantes (gobernantas significa otra cosa) desconocedores de que nuestra gramática denomina jirafa, rana, cebra, comunista, atleta o eremita también a los machos de estas especies, y no jirafo, rano, cebro, comunisto, atleto y eremito, porque son palabras neutras que se expresan en femenino, igual que macaco, cangrejo o miembro lo hacen en masculino.
En mi infancia, cuando los jarreritos chinchábamos a las chavalas nos llamaban idiotos. Ignoraban que ya solo eso sería currículo suficiente para llegar de mayores a concejalas, consejeras o ministras. Menuda tontería.
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