No ha sido una ola lo que se ha llevado por delante a Andreu. Ha sido un tsunami como el de la película de Juan Antonio Bayona. La tituló 'Lo imposible' porque en la cinta se sucedían tantas escenas improbables que de no ser porque ... los espectadores sabíamos que aquello era un «basado en hechos reales» de libro, habríamos lapidado al guionista allí mismo por excesivo. El mismo guionista que, seguramente, alumbró para la pasada noche electoral el súbito derrumbe del PSOE en La Rioja casi entera. Que ni en los más lúbricos (en lo político) sueños del presidente in pectore, Gonzalo Capellán; ni en el ánimo más complaciente de sus áulicos habrá cabido en estas semanas previas un resultado semejante, por más que las encuestas, la de este diario sin ir más lejos, avanzaban movimientos telúricos capaces de impulsar esta madre de todas las olas que se ha llevado por delante casi el más mínimo vestigio rojo en la región.

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Decía anoche la aún presidenta Andreu que «algo habremos hecho» para responder a la avidez periodística por conocer el análisis de la cuestión desde el sabor siempre acre de la derrota. Más allá de la perogrullada, hay que reconocerle que supo gestionar la bilis. Mientras ella pasaba trago semejante de quina, entre mis compañeros salía a colación el «¡vaya hostia, vaya hostia!» con el que la desaparecida Rita Barberá se despedía de la Alcaldía valenciana en 2015 tras un trompazo parangonable. Yo de Concha habría ido más lejos, al hostión con h y sin red. Para qué andarse con medias tintas cuando lo que a uno le pide el cuerpo son tintas enteras.

«Algo habrá hecho» Andreu al frente de su Ejecutivo para no haber terminado de convencer a los electores con su proyecto. O no. Mas se me antoja ventajista echar en su mochila toda la responsabilidad del batacazo. Ni siquiera por cuestiones tan inexplicables, y que servidor nunca ha sido capaz de entender, como haber soportado, y alimentado que es peor, una rémora como Raquel Romero que tanta paz lleve como descanso deja. Quizás lo sea también por mi parte, lo de ventajista, mirar a estas horas de la noche electoral a Madrid y, más concretamente, a las luces de La Moncloa. Pero me malicio que ningún favor le ha hecho a Andreu su impenitente sanchismo. Porque por cuestiones de proximidad en el calendario, estas elecciones de cercanía se han convertido en el refrendo plebiscitario que las derechas (la vencedora y la extrema) han pretendido y conseguido. Y aunque en el equipo de Andreu, como en los del resto barones socialistas, han tratado de tener al presidente alejado de la calle Laurel, el personal, que le andaba con ganas (a Sánchez), le ha arreado una patada histórica en nalgatorios ajenos: los de Andreu, Hermoso, Garrido y compañía.

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