El día que Juan Bernabé no sonreía

Aunque es legión la nómina de personas que podría asomarse a esta columna para evocar el recuerdo y la memoria de Juan Bernabé con más argumentos ... que un servidor, me arrogo semejante privilegio a sabiendas de que el interesado, de poder hacerlo, celebraría la osadía con una sonrisa abierta, si no con una carcajada, de las que acostumbraba a regalar con generosidad y frecuencia. Solo así le recuerdo. Alegre y jovial, bienhumorado siempre, transpirando buen rollo y respirando amabilidad, positivo frente a la adversidad, activo, inquieto... Vamos, un perfecto ladilla incapaz de mantenerse al margen, de no implicarse para colaborar, de no ofrecer su mano, de no aportar sus ideas, de no pedir bola para tirarse un triple para remontar por más que al partido le quedasen solo unos minutos y el marcador estuviera muy en contra. Así ha sido el Juan Bernabé que conocí hace demasiados años que hoy se me antojan demasiado pocos tras el mutis y a otra cosa con que ayer se fue adonde quiera que van las personas buenas cuando cierran la última página de su cuaderno vital.