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No tengo claro si las movilizaciones y las huelgas tienen efectos. Si son útiles. O si vale la pena manifestarse por unas ideas o unos principios. Y esas dudas se me triplican cuando el tema que se cuestiona es el feminismo, los derechos de las ... mujeres y la lucha por la igualdad.
He de reconocer que siempre me he resistido a incluirme en un colectivo menospreciado. Sé bien que existen y como mujer he vivido demasiadas actitudes machistas, aunque creo que la gran mayoría son inconscientes. Pero no creo en virar hacia los extremos: si una cosa está mal, no supone que la contraria esté bien. Me explico: que sea injusto que se contrate a un hombre por el mero hecho de ser hombre no convierte en justo lo opuesto, que se contrate a una mujer por el mero hecho de serlo. De hecho, no creo que esas acciones de discriminación positiva nos favorezcan en absoluto, sino que tengo la sospecha de que da argumentos a los más retrógrados que creen que las mujeres sólo progresan cuando les regalan las cosas y no por su valía.
Por eso, me cuesta movilizarme en días como los que vienen, especialmente el viernes. Pero no porque no crea en las más que merecidas reivindicaciones que se plantean. Todo lo contrario. Creo que no podemos restringir esa lucha a un día, ha de repetirse todos.
Hemos de educar a nuestros niños en la igualdad todos los días. Hemos de denunciar la violencia de género todos los días. Hemos de luchar contra las actitudes misóginas todos los días. Hemos de hacer callar a quien enarbola la bandera de las mujeres por mero interés electoralista todos los días. Hemos de erradicar el machismo todos los días. Todas, todos los días.
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