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El consenso sobre la actitud con la que los comisionados (y las comisionadas, ¡perdón!) de PSOE y Unidas Podemos han afrontado el reinicio del diálogo para tratar de construir un itinerario que desemboque en un nuevo gobierno para La Rioja, un nuevo gobierno progresista y ... de izquierda, es una significativa señal de en lo que han quedado las mejores intenciones de reforma con las que Podemos se asomó al desalentador horizonte político nacional hace un lustro. Donde se ofreció luz y taquígrafos hágase la oscuridad; donde se cantó a la trasparencia dígase opacidad; y donde se garantizó claridad y explicaciones guárdese hoy silencio sepulcral.
No se trata de una rabieta del periodista ante la columna en blanco. En absoluto. En realidad, uno es muy consciente de que el desarrollo de esta negociación que ayer abrió su segunda parte tiene escaso interés para el común de los riojanos (y riojanas, ¡perdón!), para qué nos vamos a engañar. Importa, sí, el resultado. Pero hasta ahí. El aliciente con el que se atendió la primera parte de este partido se perdió para el ciudadano del común como se pierde el agua entre los dedos. Y la ilusión que incluso anidó entre los más interesados en este, para la región, inédito ejercicio político se marchitó con los rigores del verano. Es lo que tiene un mal guión. Interesa lo que tarda en descubrirse su inconsistencia.
Más allá del apagón comunicativo, y en tanto los protagonistas del asunto recuperan las facultades de expresión, no queda otra que buscar indicios. Por el humo se sabe dónde están los indicios, decía un profesor de la Complutense, hoy emérito. Entonces se fumaba. Fumar era muy periodístico y muy de policías y ladrones; y de bares y de políticos. Por ahí andarán los indicios, decía aquel profesor. Pues andarían. Hoy están también en las redes. En las redes sociales. Abro una y hallo un vídeo de la diputada de Unidas Podemos Raquel Romero. Raquel Romero es la más famosa de las diputadas de UP en el Parlamento de La Rioja. De largo. Y se ha sabido en su cuartito de hora de fama a golpe de intervenciones en el hemiciclo (inolvidable la altura intelectual del recurso de acudir a Esopo y su fábula de 'La zorra y el cabrón del pozo' en el debate de investidura) o de declaraciones a las cadenas de televisión. A las cadenas amigas. En una dejó la perlita, el indicio que les decía, el 18 de julio pasado, con el cadáver de la investidura de Concha Andreu aún caliente: «Cuando la situación en Madrid se aclare y Pedro Sánchez levante el veto a mi secretario general... estoy segura de que se desencallarán las negociaciones en La Rioja». El indicio era que al final va a ser cierto que alguien se ha tomado en serio aquello de que lo de La Rioja era, es, el banco de pruebas de Pablo Iglesias para su duelo mortal con Pedro Sánchez. Bendita sea la inocencia. En la Corte andan a otras cuitas y lo de La Rioja es un ains, una nadería, un quemestáscontando que a casi todos los jefes de Podemos les ha hecho poner cara de no entender nada.
Descartada la opción 'La Rioja como banco de pruebas' puede maliciarse que Romero y sus compañeros son versos sueltos en una organización tan bien desorganizada como escasamente ejemplar se viene mostrando en la gestión de la que en la izquierda riojana se tuvo, tras las elecciones, como una oportunidad histórica.
Ahora toca silencio. Que no está mal. Al menos así se igualan a los riojanos 'inscritos' de Podemos a quienes les consultaron por un chalé de Galapagar y les niegan ahora la palabra sobre el futuro del gobierno de la región, como felizmente recordó Josemari de Miguel el domingo. Otro síntoma de en lo que van quedando las intenciones de reforma con las que Podemos se asomó al horizonte político nacional. Hace un lustro.
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