Voy a hacerle una moción de censura al lunes. Decidido. No quiero que llegue mañana y tener que volver al ayuno intermitente, a las ojeras, a las agendas llenas de anotaciones y a las videoconferencias con fondos imposibles. Los lunes son tan pretenciosos que aspiran ... a organizarte el resto de los días.

Publicidad

Aún quiero menos que llegue este lunes. Ni con fin de semana mediante nos ha dado tiempo a recuperarnos de la resaca que nos ha dejado un viaje de ida y vuelta (Murcia-Madrid-Murcia) donde la desfachatez y el bochorno se han saltado los confinamientos territoriales y el toque de queda. Pero hay que decir algo en favor de los políticos: nunca defraudan. Cuando piensas que han llegado a su nivel máximo de desahogo, dan otro doble salto mortal hacia atrás. El fabuloso mundo del circo. Con este panorama de saltimbanquis, qué difícil se hace no generalizar, no meterlos a todos en el mismo saco, que no paguen justos por pecadores, diferenciar entre los marrulleros y los que hacen su trabajo de forma honesta. Y qué fácil se lo ponen a los que intentan aprovecharse de nuestro hartazgo y de nuestra estupefacción para conseguir su único propósito: convertir la vida en una sucesión de lunes iguales, tristes, nublados, verdes y con asas. Mira, ya tiene el cuñadismo donde agarrarse. Si el presente es árido, el futuro es desolador.

Por eso, y visto lo visto, estoy dispuesta a lo que sea en tal de quedarme a vivir eternamente en el vermú del domingo, consagrado al sol en las terrazas, a los periódicos en papel, a las aceitunas y a los berberechos en lata. A ver qué tengo por ahí para ofrecerles a jueves y a viernes, que algo habrá que les interese. Seguro. Pues no he aprendido yo ni nada esta semana.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

¡Oferta 136 Aniversario!

Publicidad