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El Tratado de Amistad entre España y Francia, escenificado ayer por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron en Barcelona, reviste una importancia histórica en tanto que se suma a los suscritos por el país vecino con Alemania y con Italia afianzando el marco europeo de cooperación ... y comprometiendo a las partes a realzar los intereses comunes en materia económica y para la competitividad de la Unión. Intereses comunes de los que es partícipe la sociedad catalana. El independentismo demostró nuevamente ayer que sitúa sus aspiraciones políticas por encima de las necesidades de Cataluña, aunque al actuar así acabe debilitándose y dividiéndose. El eslogan «ni España ni Francia», que estuvo presente tanto en la convocatoria realizada por ANC, Ómnium y el Consejo de la República como en la manifestación de los CDR, reveló hasta qué punto la búsqueda de un estado propio discurre no solo por el camino de la irrealidad. Se basa, además, en la negación del consenso y la anuencia ciudadana que sostienen ambas democracias constitucionales para recrear el ensoñamiento sobre unos Països Catalans que extenderían la independencia a parte del territorio francés.
El partido que gobierna la Generalitat en franca minoría, ERC, tampoco supo estar a la altura de las circunstancias. La pretensión declarada de mostrarse a la vez como una formación institucional y anfitriona, y como una marca opuesta a lo que acordasen Sánchez y Macron acabó retratando a los republicanos. Mientras el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se ausentaba del protocolo para evitar aparecer durante la interpretación de los himnos nacionales de España y Francia, procediendo a una declaración fuera de lugar desde el Palau, el líder republicano Oriol Junqueras se retiraba de la concentración independentista entre abucheos e insultos por parte de demasiados de los asistentes. Una doble imagen de la tierra de nadie a la que su estrategia conduce a ERC. Solo hubo un mensaje unitario en el independentismo: que el 'procés' no ha acabado.
Moncloa podrá jactarse de haber sido artífice de la división y del debilitamiento del independentismo. Pero los secesionistas consiguieron ayer hacer daño a la normalidad ansiada por la mayoría de los catalanes al ensombrecer la cumbre España-Francia. Un hito que Madrid y París deben poner en valor en cuantas oportunidades de encuentro y acuerdo ofrezca el Tratado de Amistad durante este mismo año.
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