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Estoy convencida de que quien saboreó con deleite los resultados de las pasadas elecciones generales fue el presidente del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), José Félix Tezanos. Realmente él fue el ganador del 28A. Su sondeo fue el único que dio en el clavo y ... eso que ni él mismo se creía sus propios resultados (lo dijo), lo que le mereció una tormentosa lluvia de críticas pues parecía que en su afán de servir a la causa sanchista, la 'cocina' se le había ido de las manos. Fue, además, su venganza tras el clamoroso patinazo de la encuesta para las elecciones andaluzas en la que erró como un becario al ser incapaz de anticipar el ocaso de 'la reina del sur' y la espectacular irrupción de la ultraderecha en la vida política española.
Tezanos, histórico de la facción 'guerrista' del PSOE, es el presidente del CIS -organismo dependiente del Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad- más conocido por los españoles. Ni siquiera se le pueden comparar Rosa Conde (llamada en 1988 por Felipe González para asumir el cargo de ministra portavoz del Gobierno) o Pilar del Castillo (nombrada en el 2000 ministra de Educación, Cultura y Deporte por José María Aznar).
Tezanos, sin embargo, se ha hecho muy popular entre los españoles aunque pocos le puedan poner rostro. Pero cómo suena, ¿verdad? No paran de mencionarle en las tertulias, en los artículos de opinión, tribunas desde las que ahora se cuidan muy mucho de cuestionar con severidad su sondeo para el 26M, el que termina de hundir al PP para gloria del PSOE, no vaya a ser que otra vez lo borde. Ni de lejos le ridiculizan como hicieron hace escasos dos meses, a pesar de que el barómetro de la autonómicas, municipales y europeas se realizó antes de las generales. Seguirán sospechando que es un manipulador, pero callan.
La verdad es que ningún demóscopo sabe qué va a pasar. Ni siquiera ese Tezanos del que tanto nos hablan y que, en esta ocasión, embriagado del subidón del 28A, al menos se ha ahorrado salir a confesar que no se fía ni de su propia sombra.
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