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Uno de estos días he tropezado en una de las cadenas de televisión con tres tertulianos. Dos de ellos deben de ser periodistas de esos bastante vistos que frecuentan distintos platós; el tercero era un economista al que un servidor no conocía. Los dos primeros ... se adscribían a bandos ideológicos distintos y, por tanto, no coincidían en nada; parlaban de política, claro. El economista habló de economía; traía un texto bien preparado y me pareció que se limitó a exponer la situación actual de la economía española y a las posibles soluciones, sin inclinarse para nada en defender o criticar las posturas del Gobierno ni las de la oposición.
En un momento dado hubo de soportar que uno de los periodistas le espetara, riéndose, si se había picado porque había criticado la conducta de la oposición hacia el Gobierno actual. Me pareció percibir que el economista esbozó un levísimo gesto de paciencia mientras los periodistas iniciaban una sarta de improperios mutuos al alimón, momento que yo aproveché para apagar la caja y comenzar a leer el cómic «Las brujas» de Penélope Bagieu, editado en abril de este año en Sant Quirze del Vallès (Barcelona).
Lo siento; no soporto ni en la vida diaria ni en los medios de comunicación el que en un corrillo de nada haya varias personas ladrando a la vez. Y en estos momentos he de reconocer que, por el contrario, en bastantes ocasiones me he parado a escuchar a personas que debaten o exponen opiniones en cadenas de televisión riojanas sobre distintos temas. Da gusto oír los pareceres emitidos y argumentados sin una sola interrupción por señores y señoras; incluyo los programas deportivos, incluidos los futbolísticos, comentados por unos caballeros y damas muy alejados de la algarabía partidista callejera. Gracias. Permítanme todas estas personas aludidas una referencia particular al programa acerca de la pelota a mano, mi deporte favorito desde mi inolvidable infancia; mil gracias al Secre, a Daniel y a todos los pelotaris y aficionados que desfilan por esa cancha televisiva, tan sabios y tan educados. ¿Por qué no es posible practicar un comportamiento similar en las cadenas nacionales?
Y, ya que entre todos hemos logrado caminar a través de estos tiempos tan removidos, fijemos nuestra mente por unos momentos en la cantidad enorme de voluntarios que alberga nuestro país, tanto personal que en nuestras urbes, ciudades, villas, aldeas invierte tiempo y dinero en mostrar y demostrar que es posible una sociedad mejor. Positivo. Miles y miles de españoles, peña enorme de auténticos diamantes, la mayor riqueza de entre nuestra ciudadanía. Ánimo, amigos; no hay desaliento que valga. Triunfaremos.
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