Una parte nada marginal de los periodistas, expertos y tertulianos que analizan estos días la actualidad han manifestado su pesimismo, preocupación y tristeza por el retroceso social en materia de igualdad que perciben. El último escándalo han sido los mensajes misóginos, homófobos y groseros vertidos ... en un chat de alumnos de Magisterio de la Universidad de La Rioja (UR) por jóvenes de entre 18 y 20 años que, en teoría, aspiran a ser enseñantes de niños. El grupo de WhatsApp, integrado por casi doscientos chicos y chicas, se creó para organizar novatadas, otro tipo de vejámenes, por cierto, prohibidos.
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Pese a todo, creo que hay razones para el optimismo. Ciertas son las carencias en educación sexual y en igualdad de las que tanto se ha hablado en las últimas semanas. Pero la reacción social también educa, y nunca hasta ahora se habían dado de esta forma tan inmediata, extensa y contundente respuestas públicas de condena a gestos, palabras y actitudes que se consideraban menores en la escala del machismo y se soportaban y toleraban con un silencio impotente o cómplice. Pues ya no.
Alguien de ese chat supo discernir la gravedad de las frases y decidió hacerlas públicas. Llegaron a la cadena Ser de La Rioja, que tuvo el acierto de convertirlas en noticia. Quizá otros grupos privados de chavales escondan conversaciones tan chabacanas como la que ha trascendido. Que tomen nota de cómo se perciben hoy esas 'gracias'. Porque eso fue lo que argumentaron algunos de los estudiantes preguntados por los periodistas, que todo fue «en plan de broma», «por hacer una gracia». ¿Dónde está el chiste en «hay que partirle las bragas», «tiene pinta de facilona» o «no aceptan mariquitas en Magisterio»? Si alguien lo ve, tiene un problema y si no lo ve pero lo ríe, se vuelve cómplice. Lástima que la única alumna que tecleó un «dais asco» flaqueara con un «JAJAJAJA».
La Universidad de La Rioja, su vicerrectora de Estudiantes y su rector reaccionaron con urgencia y sin medias tintas. Sin sentirse atacados, sino concernidos. Sin tratar de aminorar lo ocurrido. Con un expediente informativo y una comisión de investigación. La ristra de oprobios sexistas como «últimamente son todas muy putas» fueron calificados de «repugnantes», «denigrantes» y «violentos» por el rector, Juan Carlos Ayala. El presidente del Consejo de Estudiantes, Ramón Sánchez, convocó una concentración de alumnos para este lunes a mediodía frente al edificio Vives para demostrar que «unos pocos frikis» no representan a los demás. Una asistencia multitudinaria a esa protesta se convertiría en todo un signo de esperanza.
La reacción al 'caso Rubiales' ha marcado un punto de inflexión. Más allá de desmesuras que hayan podido desvirtuarlo, el debate social ha servido para abrir los ojos sobre el machismo subyacente, el que se oculta bajo capas de aparente militancia en la igualdad. Lo más grave que hizo el presidente de la Federación Española de Fútbol ni siquiera fue plantar un beso en la boca a Jennifer Hermoso por sorpresa ni agarrarse los testículos en el palco para decirle «ole tus huevos» a Jorge Vilda, como si fuera el verdadero artífice del triunfo de las campeonas del mundo, carentes de ese atributo físico al que aferrarse. Casi fue peor lo que vino después.
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Unas disculpas sinceras, un reconocimiento de lo inaceptable de su conducta pese al momento de euforia podrían haberle facilitado una salida más o menos airosa, aunque al precio de una dimisión (que por fin llegó ayer) por no estar a la altura del cargo. Pero Luis Rubiales se hundió en el barro con su comparecencia. «Ella me levantó a mí del suelo», «ella fue la que me acercó a su cuerpo», «fue un beso consentido», «le dije '¿un piquito?', y ella me dijo 'vale', riéndose». Quienes crean esta versión tienen una venda en los ojos tan bien anudada que será difícil liberarlos de su ceguera.
El riojano Luis de la Fuente estuvo entre los que aplaudieron a Rubiales en la asamblea cuando habló del «falso feminismo, que es una gran lacra en este país». Tarde, una semana después, el seleccionador nacional de la absoluta masculina pidió perdón «sin paliativos» y aceptó que las duras críticas recibidas por hacer de palmero eran «merecidas». «Me vi desbordado por la situación», «no me reconozco».
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La verdadera lacra es el machismo latente, que amplifica el daño del patente. Salvo que por «falso feminismo» Rubiales se refiera a aquel del que presumen hombres como él. Filtrar un vídeo en el que las jugadoras ríen y bromean sobre el beso no demuestra nada. A veces es difícil asimilar en caliente la conducta indigna de un jefe, porque su abuso de poder viene envuelto en una apariencia de confianza y admiración hacia ti, porque no das crédito, porque hasta te sientes injustamente culpable por no haberlo visto o evitado. O porque tu mente bloquea esa imagen para seguir inmersa en la felicidad de haber ganado el Mundial. Hasta que el tipo pretende hacerte responsable de su acto. Se acabó. Jenni lo dijo desde el principio: «¡Eh!, pero no me ha gustado, ¿eh?». Eso, el 'pico'. No digamos la ponzoña que salió después por la boca del que se lo dio.
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