Periodismo de resistencia

Diario LA RIOJA cumple mañana 135 años. La longevidad de este periódico es mérito tanto de quienes lo han editado y escrito como de quienes lo han leído a lo largo de su historia. El primer número vio la luz en un año de claroscuros, como casi todos. En aquel 1889 nacieron Charles Chaplin y Adolf Hitler, y el primero acabó por parodiar al segundo en 'El Gran Dictador' (1940). La película no pudo proyectarse en Alemania hasta trece años después de que se suicidara el genocida nazi. En 1889 Van Gogh pintó en Arlés su autorretrato con la oreja izquierda vendada. No quedó del todo claro si se la cortó él mismo con una navaja barbera, si se la rebanó su amigo Gauguin con un sable o si la mutilación, de resultas de una disputa, la cometieron a medias.

En un desgarro, precisamente, está inspirada la portada de LA RIOJA de mañana. Será rompedora, en sentido literal. Con su ejemplar les entregaremos un suplemento dedicado a los lectores. Hemos disfrutado mientras preparábamos el especial. Sólo al final se ha visto empañada esa tarea por la muerte de Esperanza Martínez-Zaporta, vicepresidenta del consejo de administración de Nueva Rioja, bisnieta del fundador del diario y periodista de esta casa durante años. Por sólo diez días no ha podido celebrar con nosotros este aniversario. Nuestra humilde intención es mostrarles esta profesión por dentro y relatar cómo ha cambiado desde finales del siglo XIX, sin darles la tabarra, de una forma amena.

Tal día como hoy, 14 de enero, pero de hace 135 años, el 'Prospecto' que anunciaba el nacimiento de la nueva cabecera, firmado por 'La Redacción', declaraba como propósito la «imparcialidad de juicio» para tratar «todo aquello que con mayor intensidad pueda interesar al hombre». Y a la mujer, añado por si acaso. Por entonces 'prospecto' era un sinónimo corriente de 'aviso', aunque hoy nos suene a folleto farmacéutico minuciosamente plegado. Que tampoco desentona. La mejor medicina contra muchos males sociales es una buena información, con sus dosis, su modo de empleo y sus efectos secundarios.

Este oficio que desde dentro sólo se entiende como vocación está sometido a permanente escrutinio, enjuiciamiento y revisión pública. Y a la autocrítica. ¿Para qué sirve el periodismo? En esencia, para lo mismo que hace 135 años: para dar a conocer la verdad. Y la única verdad posible es la que se cimenta, se construye y se defiende con hechos.

¿Para quiénes escribimos? No podemos conocer uno a uno a nuestros lectores, ni concebirlos como una masa homogénea. Nos gusta pensar que no se conforman con lo primero que les cuentan, que exigen una información rigurosa y contrastada, que tienen criterio, curiosidad e inquietudes, que aceptan opiniones contrarias a las suyas, que están abiertos al debate, a la reflexión y al conocimiento, que buscan contenidos útiles y reclaman periodistas firmes frente a las presiones.

No pretendemos ser complacientes, sino fiables. El periodismo tiene que escocer, como el agua oxigenada en una herida. Si la Denominación de Origen Calificada Rioja atraviesa una de sus peores crisis, si los estudiantes de los pueblos llegan tarde a clase por culpa de los horarios de los autobuses, si en el Ayuntamiento de Logroño se forman colas de ciudadanos que pierden horas en gestiones, si en los comedores escolares se sirven platos con larvas, si los informes de las pruebas de TAC del Hospital San Pedro se encargan a una empresa privada que comete fallos, si el Ministerio avala una línea de alta tensión de Forestalia que rasga el paisaje riojano, queremos divulgarlo y contribuir a resolverlo. Para eso estamos.

Sabemos que en ocasiones podemos incomodar a nuestra audiencia, pero ese es el precio del compromiso con la verdad. Nuestra vocación está sujeta a unos principios que nos escudan contra los poderes económicos, financieros y políticos que tratan de condicionar nuestra labor. Gracias por ayudarnos a resistir. Gracias por estos 135 años.