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La situación actual que vive Nicaragua es dramática: Daniel Ortega, líder del Frente Sandinista que expulsó del poder a los Somoza en 1979, se ha encastillado de nuevo en la jefatura del Estado y, tras nombrar vicepresidenta en 2017 a su esposa Rosario Murillo, practica ... una política despótica. A cinco meses de las próximas elecciones del 7 de noviembre, el Gobierno ha cancelado dos partidos opositores y ha encarcelado, además de a cinco aspirantes presidenciales, a otros políticos, empresarios y periodistas. En su día, Ortega, al frente de aquella épica revolución, puso fin a una dictadura a cuyo frente se hallaba desde 1934 la dinastía familiar de los Somoza, e inició un periodo democrático en el que llegó a gobernar la oposición conservadora: Violeta Barrios de Chamorro fue presidenta del país entre 1990 y 1997. Pero en 2007, Ortega decidió regresar al poder a la cabeza del Frente Sandinista. Repitió en 2012, pese a que la Constitución prohibía la reelección, y en 2017, y ahora su ánimo es permanecer indefinidamente. Quien en un cierto momento liberó a su país de las garras de una oligarquía explotadora, ahora actúa como los oligarcas a quienes expulsó del poder.
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