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Pues nada, amigo. No hemos sacado el cuello de la última y ya andamos chapoteando en otra charca electoral. Sin solución de continuidad, pasamos de las generales a la 'triple corona': Autonómicas, municipales y de remate las europeas. Ni Fernando Alonso. Por si no ... querías caldo... El almanaque marcaba para la madrugada pasada el inicio de la nueva campaña. Un dato irrelevante. La vida política y social del país se transformó en una campaña sin fin desde que Mariano Rajoy, sumido en sus propias contradicciones sobre la corrupción, fuera tumbado en aquella moción de censura preveraniega. A un mes de los sanfermines 2018, Pedro Sánchez, el corredor empitonado, derribado y levantado, alcanzó la Presidencia con el respaldo exiguo de sus 85 diputados y de un variopinto conglomerado de apoyos. Uno de ellos, el del independentismo catalán, vampírico y traicionero. La cosa atufaba a adelanto electoral desde el inicio. Y así fue. El experimento duró ocho meses y el líder socialista decidió en febrero dejarse caer y convocarnos para mayo. Una anomalía en el calendario comicial que nos lleva a embutir cinco papeletas en las urnas en un mes.
Así que es comprensible, mi paciente lector, que estés ya hasta la coronilla, el moño o la coleta, según se tercie. Muchos lo estamos. Hastiados de mensajes repetidos, de eslóganes huecos, de debates estériles.
Y, sin embargo, no me queda otra que pedirte un último esfuerzo. Que hagas de tripas corazón y prestes atención al asunto estas dos semanas. Que intentes separar una vez más el grano de la paja. Porque lo que nos jugamos el 26M es importante y esto sí que nos toca de cerca: La gestión de lo propio, de la sanidad que todos usamos y de la que, con frecuencia, abusamos; de la educación manifiestamente mejorable de nuestros chavales; de la iluminación del barrio; de la limpieza de la acera que a diario pateamos.
No tengo el gusto de conocer la obra de George Jean Nathan, crítico y editor norteamericano de los albores del siglo XX. Pero hace tiempo leí una frase suya que se me quedó grabada: «Los malos gobernantes son elegidos por los buenos ciudadanos que no votan». Apliquémonos el cuento. Y ya que tiramos de urnas, llenemos también la de Europa. Daño no nos hará. Y dicen que allí se cuece todo. Aunque sea a fuego lento.
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