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El fin de semana posterior al confinamiento perimetral de La Rioja decretado por el Ejecutivo autonómico concluyó con unos datos descorazonadores: doce muertos y 459 nuevos contagios. Un corolario funesto para una semana terrible que anotó 16 fallecidos y un millar largo de positivos. Es ... la evidencia de que la segunda ola arremete con toda su fiereza y de que, como ocurrió en el primer embate del virus, las medidas llegan, otra vez, demasiado tarde. La sensación perceptible entre los ciudadanos, que los datos corroboran cada día, es que el virus va por delante de cualquier iniciativa que pretenda plantarle cara. Y otras no menos innegables: que el Gobierno riojano, en su cautela a la hora de tomar de decisiones y su afán de no pasarse, puede haberse quedado corto en la tirada. Y así, lo que un día se entiende un exceso tiene que ser aplicado al siguiente al rebufo de las cifras que cada día objetivan la realidad. La larga reunión que ayer mantuvo la presidenta Andreu –la única, junto a la madrileña Ayuso, que no compareció tras la conferencia telemática de presidentes– con su equipo y los datos funestos de la pasada semana invitan a pensar en una nueva vuelta de tuerca a las medidas anti COVID. Un ajuste que no es incompatible con la prudencia con la que se debe conducir cualquier gobernante, aunque el exceso en la aplicación de esa virtud puede tornarse en un acto fallido si impide alcanzar la diana.
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