En los cuentos e historias noveladas aparecen villanos carentes de límites, ególatras y agresivos que cometen mil tropelías, y personajes 'buenos' esforzados defensores del bien común que se enfrentan a aquellos; por difícil y complicada que sea la situación y las maniobras traicioneras de los ' ... malos', siempre acaban ganando los buenos. Pero la vida real es más compleja.

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Este fin de semana, nos ha golpeado la brutal realidad proveniente del tirano, cínico y expansionista Gobierno ruso encabezado por Putin que no ceja en aplicar la amoral estrategia de vencer la oposición a su tiranía sembrando la muerte en países a los que invade (Ucrania, desde hace dos años) y entre ciudadanos rusos que alzan la voz contra ello, ya sean mafiosos como Prigozhin, o demócratas como Anna Politkóvskaya, Borís Nemtsov y, el pasado viernes, Navalni, en una peligrosa carrera hacia el desastre.

Muerte y destrucción es la estrategia con la que Rusia muestra provocadoramente al mundo que todo es posible para un régimen carente de límites; una amenaza mundial y para los ciudadanos rusos porque solo tiene una respuesta: la coacción hasta la destrucción o muerte, arrastrando a un abismo moral a toda una nación. Es el personaje malo a quien nadie detiene, en connivencia con aliados como China o Turquía que cierran los ojos codiciosamente.

Navalni simbolizó a los buenos que, con extremo coraje, luchan contra la brutalidad del régimen a costa de su vida. Escogió regresar a Rusia tras un intento de envenenamiento frustrado conociendo el destino que podía esperarle; no ha habido fuerza que haya podido protegerle en su persistente lucha por defender los derechos humanos abanderando la oposición contra la corrupción y totalitarismo ruso. Finalmente, el villano cree haber vencido, provocando la muerte del héroe con un desafiante mensaje al mundo occidental y a Rusia: el régimen es omnipotente, la oposición es fútil, nadie puede ayudar a los críticos al régimen ni a los países que sufren la invasión expansionista. Putin ha escogido un momento de debilidad de la defensa ucraniana al límite de su resistencia, la cercanía de elecciones en Rusia en las que pretende perpetuar su poder sin oposición, y la división norteamericana ante unos comicios en los que podría vencer un pernicioso Trump que persiste en mensajes para debilitar el sistema defensivo de la OTAN.

Réquiem con honores para Navalni, repulsa a Putin y seria encrucijada occidental para gestionar lúcidamente a una Rusia cada vez más hostil y provocadora.

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