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A pesar de la crisis, viajar se ha convertido en un fenómeno de masas, más si cabe tras la reciente pandemia. Se viaja en el transporte que sea y para la mayoría de destinos: rurales, urbanos, alta montaña, playa o lugares históricos, hay un fenómeno ... que se ha hecho común: la masa humana abarrota transportes y paisajes. ¿Dónde está la crisis económica? ¿y los límites?. Es la generalización del turismo; sin duda, fuente de riqueza pero, también, potencial consternación para los habitantes de las zonas visitadas por esa masa pacífica, pero posiblemente perturbadora.
Por ejemplo, hace unas semanas Málaga estaba bella, como siempre, pero inundada de una turba humana día y noche que dificultaba el acceso a monumentos, restaurantes y servicios; un taxista confesó lo difícil que se ha convertido la capital para vivir, tanto a nivel de precios como de la necesaria habitabilidad para el bienestar diario. Semanas después, en Canarias, otra turba humana invadía las laderas del Teide abarrotado de autocares, coches y criaturas deambulando por cualquier paraje hasta desaconsejar visitar puntos clave como la subida a su pico. Ese mismo sábado miles de canarios se manifestaban clamando que Canarias tiene un límite, reconociendo el valor del turismo como un factor clave para las islas, pero reclamando revisar y redefinir el modelo actual que no cesa de atraer a cantidades ingentes de visitantes (4 millones más en 2023 que hace 10 años) sin mejorar infraestructuras ni velar por el bienestar y accesibilidad cotidiana de sus habitantes.
Lo mismo sucede en otros destinos mundiales aquejados del 'overturismo' que llega hasta lugares peligrosos y recónditos como el Everest, transformando su grandeza inmaculada en laderas y crestas con turistas que dejan atrás tiendas de campaña, equipos abandonados y basura. El fenómeno se extiende por todo el mundo desde Venecia, Dubrovnik, Yellowstone, Machu Picchu, Maya Bay (Tailandia), Islandia, etc., en una concentración que no deja de crecer y que, más allá de la riqueza que aporta, pasa factura a la integridad de lo que se busca conocer y al bienestar de sus habitantes.
Las causas socioeconómicas son complejas y variadas, pero su efecto se repite, sin una política eficaz de revisión del modelo más allá de las ecotasas. Viajar tiene aspectos muy positivos pero también un alto precio que amenaza destruir entornos naturales y lugares históricos de alto interés. No es un rechazo al turismo, sino una cuestión de límites y modelo sostenible.
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