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Éramos conscientes de que nos adentrábamos en una nueva era, no solo geopolítica sino también moral y socioeconómica, pero el panorama asomaba tan abrumador que ... preferíamos esconder «la cabeza bajo el ala» pensando que, quizás, cambiaría.
La duda se desvaneció contundentemente la semana pasada en la reunión entre un prepotente Trump y un heroico Zelenski, dispuesto a negociar un camino (aunque caro) para detener la invasión sufrida, pasando por alto los insultos y mentiras recibidos. El resultado fue públicamente bochornoso: Uno hizo gala de líder todopoderoso esgrimiendo la baza del chantaje, intimidación y cambios imprevisibles; el otro representó a una nación que se defiende desde hace tres años con gran dignidad contra un ávido invasor, con imagen pálida y austera, lidiando en la indecente encerrona tendida por el inestable aliado. Un shock para Ucrania y para Europa, Trump hizo el juego a Putin haciendo evidente la tácita alianza entre los dos oligarcas que da la vuelta a las existentes. Nada inesperado pero indecente en fondo y forma, ¿quizás por el temor a China?
Sabemos lo que significa: Ucrania y Europa están solas frente a una grave crisis proyectada, abandonadas por el 'tío Sam' si no juegan a una indigna partida en la que solo les han dejado el rol de peones. Ucrania está herida por el desgaste de la resistencia heroica en una prolongada guerra desigual. Europa afronta los retos económicos y políticos para sostener el modelo democrático de vida construido, basado en el estado de bienestar, unidad, igualdad, derechos ciudadanos y preservación medioambiental; una Europa que no está preparada para la guerra porque rehúye del modelo que tan funestas consecuencias acarreó hace solo ocho décadas, pero deberá afrontarlo.
Mientras se debate entre el «era de suponer» o el «no me lo puedo creer pero es cierto», la realidad ha cambiado y debe prepararse para afrontar el nuevo ciclo sin el aliado transatlántico. La única salida digna a la situación es ser capaces de superar las discrepancias, cerrar filas y lograr la fortaleza de estar unida preparándose inteligentemente para lo peor, aunque desagrade: construir una defensa común que aumente la seguridad ante un posible estado de guerra política o económica, mentalizando a la opinión pública y nuevas generaciones. El esfuerzo es ímprobo y el reto inmenso, pero las evidencias no dejan alternativa. Decía Josep Plà: «La vida es una cosa complicada y difícil, imposible de describir, que consiste en ir avanzando».
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