Frente a algunas buenas noticias, como la de que la economía española da indicadores de moderación de la inflación y de los precios, el panorama internacional nos mantiene en vilo ante la intensificación del conflicto bélico en Oriente Medio, la continuada destrucción de la guerra ... en Ucrania y la menos ilustrada guerra civil en Sudán, tanto o más sangrienta que las otras; todas ellas con potencial de arrastrarnos hacia un conflicto mundial.

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Ante ello la ONU se hace eco de la grave situación, pero muestra impotencia para tomar acciones decisivas que frenen los conflictos garantizando el restablecimiento de la paz y seguridad internacional. La evidencia de su inoperancia ha sido evidente durante las reuniones realizadas la pasada semana llenas de palabras, buenas intenciones y planes para frenar las confrontaciones, mientras los líderes involucrados en las guerras abiertas continúan impunemente las agresiones emprendidas, sin abrirse al diálogo. La fotografía de Netanyahu, tras su desafiante y belicista discurso en la ONU, dando la orden desde la sede de la organización mundial del ataque contra el cuartel general de Hizbulah en Beirut que ha comportado decenas de muertos (incluido su líder Hasan Nasralah), evidencia la inoperancia de la ONU, la destrucción y mortandad resultantes, así como la eficacia del ejército israelí para lograr sus objetivos. Una situación que sitúa, no solo a Irán y Oriente Medio al límite de un abismo difícil de detener, sino también al mundo occidental que contempla atónito la escalada del confrontamiento sin acciones de contención, a pesar de las declaraciones del Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, pidiendo a Europa no eludir sus responsabilidades en Oriente Próximo.

Rusia y aliados se frotan las manos, vetando con China resoluciones en la ONU para frenar aquel confrontamiento o el de la invasión de Ucrania. Para Estados Unidos, en plena campaña electoral, es delicado y controvertido pronunciarse sobre ello por las consecuencias electorales para cada candidato; uno fatuo y soberbio complica la situación presumiendo de buenas relaciones con Putin; la otra, más comedida, deja pasar el tiempo hasta el resultado electoral. Todo ello, con el trasfondo de la menos conocida guerra civil en Sudán que genera persistentemente tremendas atrocidades contra los ciudadanos, incluida la violencia sexual.

Cuando el mundo necesita la eficacia de la herramienta mundial fundada en 1945 para protegerse de graves desmanes, se confirma la sentencia de Cicerón: «Cuando los tambores claman, las leyes callan».

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