La Unión Europea ha creado un Estado multilateral que ha generado un espacio en el que nos hemos sentido protegidos al amparo del bastión resultante de la cultura y 'savoir vivre' de grandes civilizaciones como la griega o romana, que vieron florecer la democracia, estilos ... de organización política, humanística y artística que nos representan, a pesar de las diferencias.

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La protección frente a otros órdenes geopolíticos, la moneda única y la libre movilidad entre sus países y el espacio Schengen han permitido un florecimiento del bienestar y estilo de vida que pueden peligrar a tenor de los bruscos y rápidos cambios mundiales a nivel político, militar y económico; el Brexit puso en jaque la fortaleza de su unión cuando el Reino Unido, que parecía uno de sus ejes, renunció a permanecer en ella; la guerra de Ucrania ha evidenciado la fragilidad económica y del sistema de defensa de Europa en el que su aliado natural, Estados Unidos, parece abrir una vía de desinterés para atender prioridades propias como la guerra comercial china.

Una Europa que, sin ser alarmistas, necesita fortalecerse y protegerse frente a estados imperialistas al acecho político como Rusia, comercial como China, o el rencor desinhibido de Irán.

Da vértigo pensar en ello y su amenaza al privilegiado bienestar de vida construido. Algunos dirigentes desde Francia, Italia o Polonia comienzan a dar voces de alerta anunciando tambores de guerra y necesidad de rearme como defensa europea con el bastión de una OTAN reforzada; también afinan tambores de guerra económica para hacer frente al empobrecimiento en manos de las maniobras comerciales chinas que inundan nuestros mercados con sus productos (desde objetos cotidianos a tecnología, o coches eléctricos), una Europa que consume artículos chinos engrosando la economía china, sin recibir contrapartidas equivalentes.

Una Europa que, apoyada en el legado humanístico, político, económico y cultural construido, debe reaccionar lo antes posible ante los cambios mundiales, invirtiendo conjuntamente en campos como la innovación, nuevas tecnologías, o descarbonización, a la vez que reconstruye un sistema de defensa que la proteja de ávidos vecinos desinhibidos que actúan a la sombra aquiescente del imperialismo comercial chino que esta semana pasada, en su visita a algunos países europeos, ha dado muestras de cuál es su apuesta: aprovecharse de las diferencias europeas para mantener la dependencia económica hacia sus productos, su simpatía hacia dirigentes autocráticos, y condescendencia hacia Rusia. Un mundo multipolar amenazante en clave no occidental.

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