En épocas turbulentas es importante conocer el trasfondo de las personas con las que interactuamos personal o laboralmente, y de aquellas que ejercen alguna responsabilidad ... que pueda condicionar nuestro bienestar personal, laboral o político. Es un objetivo interesante en una era en la que el concepto de salud mental se extiende desde los años 60 del campo sanitario a otros como el trabajo, la educación o la economía, en confluencia con la definición vigente de salud de la OMS como «estado de bienestar que permite realizar a cada uno su potencial, hacer frente a las dificultades habituales de la vida o trabajar con éxito y de forma productiva».
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Observando el devenir geopolítico y, a escala menor, nuestro mundo particular puede ser útil desenmascarar a personajes que dicen actuar en pro del bienestar pero no siempre acorde a la definición de la OMS sino en beneficio propio. Son los recientemente denominados «empáticos oscuros». Son el lado oscuro de una base importante de nuestra interacción social: la empatía que permite comprender al otro (empatía cognitiva) y sentir lo mismo que él (empatía afectiva) porque los empáticos oscuros pululan bajo la apariencia de ser sensitivos y amables hacia los demás pero, en realidad, utilizan esta apariencia en su propio beneficio, manipulando a los otros.
Son dañinos porque para conseguir lo que quieren no dudan en avergonzar y dañar afectiva, personal o laboralmente al otro. Comprender lo que los demás piensan, sus fortalezas y debilidades les permite controlarles sigilosamente. Primero se acercan para luego utilizar el conocimiento del otro para manipularle utilizando distintas estrategias como la de aislar o alejarle de sus amigos, conocidos o familiares sembrando la desconfianza o en base a las supuestas debilidades del acosado, con el objetivo de apropiarse de lo que ansían obtener.
Es desconcertante porque, siendo personas cercanas, representan el bien y el mal taimadamente, hasta desenmascarles. Y no se crean que escasean, recientes estudios científicos sugieren una prevalencia en torno al 19% de la población frente a la que, habitualmente, estamos poco a la defensiva porque tendemos a valorar más su falsa sensitividad y amabilidad o cercanía (cuando quieren mantenerla). Algunos indicadores son observar si dirigen su amabilidad para obtener algo, o son más antagonistas de lo esperado, si son despiadados con alguien, o hablan mal de los demás. Analicen a su alrededor, quizás detecten a alguno en los que sensibilidad e insensibilidad se conjugan increíblemente; desenmascárenle.
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