Vaya sorpresa mundial ha supuesto el rápido avance de la ofensiva de la coalición liderada por el islamista Hayat Tahrir Al-Cham (HTC) y la caída consecuente del sanguinario régimen de Bachar-al Assad, heredero de una dinastía dictatorial, huido deshonrosa pero merecidamente con paradero ... desconocido al escribir estas líneas, en una operación inesperada para la mayoría de ciudadanos y que ha culminado la noche de este sábado a domingo pasados con la toma de Damasco. Todos recordamos las dramáticas imágenes de un pueblo masacrado por el régimen en el poder en una guerra civil de más de 10 años en la que aquel no dudó en utilizar las más terribles torturas y armas, incluidas las químicas, contra la propia población; el resultado fue la opresión con cientos de miles de víctimas mortales, otros todavía desaparecidos o en el exilio; en suma, un país devastado con una sociedad disfuncional.
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Observar la rápida conquista de Damasco extraña, observar que los servicios de inteligencia no detectaran la basta maniobra que ha tenido que estar largamente preparada extraña aún más. Ver a la población siria henchida de alegría asaltar el lujoso palacio del dictador y verles demoler su estatua produce una sensación de dejà vu de los sucesos acontecidos en Irak hace solo dos décadas, aunque sean realidades distintas. La gran incógnita que se abre es la de cuál será el futuro de una sociedad que merece remontar tanto sufrimiento hacia el progreso, no hacia otro régimen totalitario involucionista; una sociedad ahora exultante pero que está liderada por una coalición de fuerzas cuya cabeza visible es un islamista declarado terrorista internacional por su pertenencia a Al-Quaeda; corresponde al pueblo sirio reconstruir Siria en un entorno plagado de vecinos en conflicto. Ojalá que las amplias sonrisas de hoy no se conviertan en lágrimas.
Esta noticia, llena de incógnitas, empalidece la producida en las mismas fechas sobre la finalización de las obras de reconstrucción y la reapertura de la emblemática catedral de Notre Dame, símbolo que trasciende las connotaciones religiosas de origen. El logro conseguido, más allá de los dires y diretes de su ceremonia de reapertura, es el resultado patente de lo que se consigue construir con el esfuerzo nacional arropado por la solidaridad internacional y el esfuerzo interdisciplinar de profesionales con técnicas actuales y de épocas pasadas.
En ambos casos la palabra clave es construir, tal como apuntaba Newton: los hombres construimos demasiados muros y no suficientes puentes.
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