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En suspenso

CHUCHERÍAS Y QUINCALLA ·

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 4 de julio 2021, 02:00

T enía amigos que no tenían verano. Al acabar junio, unos solíamos disponer de dos excitantes meses por delante, pero ante otros se presentaba un vacío, un agujero negro que succionaba sus vacaciones y se abría directamente a septiembre. La diferencia para militar en uno ... otro u otro bando estribaba a veces en unas décimas en la valoración de algún examen. La frontera que conducía al aprobado en una asignatura o se detenía en un suspenso (o una gavilla de ellos) que condenaba a sus dueños a seguir estudiando para amortiguar la monserga de los viejos. La cartilla de notas que se entregaba al acabar el curso era, en realidad, el pasaporte a un verano tirado a la bartola o la sentencia a tórridas semanas teniendo que volver a tragar los libros que se habían hecho bola durante el año. Rojo o azul. Suficiente raspado o un suspenso alto, que dolía más que un rotundo muy deficiente. Mañanas danzando por el barrio o tardes en casa de profesores particulares que derramaban gotas de sudor sobre el cuaderno al corregir los ejercicios. Siempre mantuve una solidaridad inquebrantable con los obligados a perder aquellos luminosos dos meses. Por la amputación que se operaba en su merecida felicidad estival, pero también egoístamente, porque su encierro me impedía disfrutar con ellos un tiempo de libertad único. Para resarcirme y resarcirles, a veces me llegaba hasta el portal de la academia donde cumplían condena. Les daba un abrazo al salir y así les pegaba el olor a cloro de la piscina donde había pasado el día entero. Aspiraban hondo y ponían una sonrisa sobresaliente.

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