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Viento en popa a toda vela, va @FeijooGalicia (Alberto Nuñez Feijóo) y bendice a @cucagamarra (Cuca Gamarra) en todo lo alto con la secretaría general del Partido Popular, el 'dos' de la organización: «Tú eres Cuca y desde este despacho reedificarás Génova 13» (que ya ... no está en venta, por cierto). Todo con ¡un tuit! que pone loca a media mañana a la claque popular más acérrima, a la que lo mismo le da que le da lo mismo; ¡un tuit! que revienta también el cajoncito de la caca de los que encuentran en las redes (sociales) el ibuprofeno para desinflamar sus frustraciones y a los que, de la misma manera, tanto les da jota riojana que fandango murciano como diana de sus exabruptos.
Súbito, se descubre que Cuca Gamarra era transparente. Todos conocen a Cuca, todos saben tanto de Cuca, de sus habilidades y de sus incapacidades que se suceden los mensajes que halagan sin recato sus años como alcaldesa de Logroño o la parangonan con Castelar en su papel de portavoz como los que la someten a lapidación por haber apoyado en su día a Soraya y negado más tarde de tres o de treinta veces al mismo Pablo Casado que le abrió la puerta grande de la política madrileña. Inopinadamente a ella, que fue incapaz de ganar un congreso regional que su partido le había cosido a medida.
La realidad es que Cuca Gamarra se ha destapado como una superviviente en el ecosistema de la política con una camaleónica capacidad mimética en el cambiante biotopo popular. Un fenómeno real pero difícil de explicar. No juega mucho a a su favor. No el balance de sus dos legislaturas al frente de la Alcaldía logroñesa. Ni el zasca que en su cara le sacudieron los militantes riojanos al aparato del partido en Riojafórum. Ni el repentino cambio de opinión sobre su penúltimo mentor. Ni tampoco su limitada pericia oratoria, porque el trívium no es su fuerte, no cabe engañarse... ¿Entonces? Entonces habrá que preguntarle a N. Feijóo el día que se asome detrás del pajarito azul. Quizás se refiera a que su adusta personalidad (pública) es pintiparada para el cargo; o a que su perfil medio no provocará adhesiones inquebrantables pero tampoco perennes animadversiones; o a que su origen geográfico nunca desatará tensiones entre los territorios populares, asumido el escaso peso específico de La Rioja allá donde se cuecen las lentejas y se reparten los cargos. O como buen gallego, dirá una cosa y su contraria; o N. Feijóo no irá más allá de los tópicos, porque pensará que ha elegido lo mejor entre lo que podía elegir. Creerá que mejora lo que había –Teodoro García Egea, el señor de Murcia al que tanto odiaban sus colegas de partido, según ahora se ha visto–, que tampoco era difícil. O interpretará que se asegura ninguna competencia para acaparar los focos y el protagonismo, porque Cuca sabe de sobrevivir a gusto bajo ala ajena. Lo hizo muchos años al rebufo de Pedro Sanz. Y ahora podría hacerlo otros tantos al son de una muñeira. Lo de Cuca Gamarra ha sido cuestión de adaptabilidad y de acertar a estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Y una pizca de suerte. Así ha llegado a lugares insospechados para ocupar despachos que ni soñó.
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