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Los españoles hemos votado y al ejercer nuestro deber cívico hemos formulado una ecuación cuya incógnita deben despejar nuestros políticos. Resolver ecuaciones tiene lo suyo, según han constatado estos días los alumnos que se han presentado a la Selectividad y también los partidos políticos que ... sobre el mapa de España llevan días sumando y restando, dilucidando variables y planteando hipótesis.
Por ejemplo: ¿es mejor alcanzar el poder a cualquier precio o impugnar los principios del propio discurso ético? O, como dice el aforismo, ¿qué es mejor, honra sin barcos o barcos sin honra? ¿sumar hoy mayoría pero restar la credibilidad futura?¿perder hoy para ganar mañana? Siendo escasas las mayorías absolutas, estos son los problemas que los votantes han planteado a la clase política en casi toda España.
Es indudable que la irrupción de nuevas fuerzas políticas ha fragmentado el panorama pero, al menos de momento, no han conseguido romper el bipartidismo con la claridad que se pensaba hace poco tiempo. Es interesante reflexionar sobre ello, sobre esa dualidad entre lo viejo y lo nuevo que parecía anunciar el fin de la España del 78 y el nacimiento de otra sobre sus cenizas. Hoy no está tan claro. Hoy, ¡oh, sorpresa!, la Constitución es el talismán de los discursos, incluso en los de aquellos que se sitúan fuera de ella en sus planteamientos programáticos.
En las últimas elecciones que ganó Rajoy, el sueño de Podemos fue superar al PSOE igual que ahora Ciudadanos ansiaba sorpasar al PP. En ninguno de los casos ha ocurrido y el resultado ha sido más rotundo en las elecciones municipales y autonómicas. No es difícil adivinar las razones de esta realidad: los partidos más recientes carecen de estructuras territoriales consolidadas y de cuadros que los liguen al escalón más próximo al contacto con los ciudadanos en pueblos y ciudades.
Al calor de las encuestas los nuevos partidos han construido estructuras virtuales pero intuyo que no han consolidado militantes. Por eso, en general, PSOE y PP han mejorado resultados respecto a las generales. En los territorios donde los electores querían relevar al PP o impedir una alianza de las tres derechas, el PSOE ha ganado, debilitando los resultados anteriores de Podemos, así lo han reconocido relevando a Echenique como mal menor. A Ciudadanos le ocurre algo parecido, ha subido desde las municipales de 2015 pero muy poco globalmente (del 6,55 al 8,25%). Las carencias de la implantación territorial son una razón pero también su alejamiento del centro político y el veto al PSOE. Así que lo que parecía evidente en los sondeos de hace un año, antes de la moción de censura Ciudadanos rondaba el 30%, hoy es una quimera. Ambos son partidos necesarios pero no mayoritarios en sus campos ideológicos. Algo semejante le ha ocurrido al partido de Abascal que no cumplió sus infladas expectativas en las generales (10,3%) y tampoco en las europeas (6,2%).
Ahora es el tiempo de los pactos y de la paciencia. Los ciudadanos esperan que concluyan las sumas y las restas que están a la orden del día. Algunos ya han aceptado la realidad y constatado que hay fracasos que no tienen remedio. Los negociadores debieran valorar que sumar números negativos es lo mismo que restar y que así ocurre con los pactos vergonzantes que hipotecan las posibilidades de futuro. Pan para hoy y hambre para mañana. Madrid (comunidad y municipio) o Barcelona serán ejemplos emblemáticos de lo que digo. Sería bueno practicar grandeza y no solo ambición en política porque en ella los espejismos son un mal que puede abandonar en el desierto, lejos de un oasis durante años, a quienes creen que todo lo saben. La política, el servicio público, no es una dedicación sencilla como algunos listos pretenden. Ya dijo Lope de Vega: O sabe naturaleza/más que supo en este tiempo,/o tantos que nacen sabios/es porque lo dicen ellos.
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